En el año 2007, más del 22% de la población mundial utilizaba Internet,
según la International Telecommunication Union (ITU). Ese porcentaje siguió
subiendo en los tres años consecutivos y en el 2009 Internet formaba parte
de la vida cotidiana de 1.500 millones de personas. Así, hoy esta red de
comunicaciones está incidiendo decisivamente en las relaciones sociales,
educativas, profesionales y comerciales. De hecho, en las interrelaciones
entre el mundo virtual y el real, algunos de sus instrumentos y usos son
imprescindibles: el e-mail, las plataformas de enseñanza on-line, los
sitios web institucionales, los blogs, los bancos de datos y la
documentación disponible on-line, la consulta de revistas científicas a
través de la red, la compra de productos y servicios con carta de crédito…

Las enormes potencialidades de la tecnología, sin embargo, no siempre han
generado situaciones positivas, come muestran los datos sobre los
contenidos problemáticos de las páginas web o algunos estudios en el ámbito
académico sobre el hecho de que Internet pueda estar creando hábitos
sociales y lógicas intelectuales que pueden dificultar el crecimiento y
madurez de las personas. Mark Bauerlein, profesor de inglés en la Emory
University, por ejemplo, sostiene que el crecimiento educativo on-line
produce un subdesarrollo intelectual y una obsesión compulsiva por la
opinión de los compañeros (“The Dumbest generation: How the Digital Age
Stupifies Young Americans and Jeopardizes Our Future”, 2008). Desde otra
perspectiva también critica, Nicholas Carr, ex-direttore de Harvard Business Review, piensa que el uso indiscriminado de
Internet está provocando que las nuevas generaciones pierdan la memoria
cultural y se empobrezcan intelectualmente (“The Shallows. What the
Internet Is Doing to Our Brains”, 2010).

También los profesores universitarios se están replanteando el uso de las
tecnologías en el aula para conseguir que realmente sean un instrumento de
aprendizaje y no una fuente de distracción ( Inside Higher Education, 2.VI. 2010). Es verdad que existen muchas
tecnologías que ayudan a evitar la presentación de trabajos plagiados, que
estimulan la resolución de problemas, permiten entrenar a médicos e
ingenieros en difíciles tareas prácticas gracias a los simuladores… Por
ello, parece que el elemento central de las voces críticas no es poner las
tecnologías en tela de juicio sino subrayar que no deben absolutizarse porque son un instrumento que hay que
articular de acuerdo a los fines y a las propiedades que requiere cada
actividad que se deba realizar: cualquier instrumento no sirve para todos
ni del mismo modo. Esto explica el desánimo de algunos profesores
universitarios que ven cómo unos pocos alumnos toman notas con sus
ordenadores personales, mientras otros navegan en Internet, con la cabeza a
muchos kilómetros virtuales de lo que sucede en clase.

En el ámbito de las nuevas tecnologías, una de las esferas donde Internet
ha tenido un gran éxito es precisamente la de las relaciones sociales o
también llamadas “social networks”. La popularidad de Facebook, que podría
llegar en las próximas semanas a los 500 millones de usuarios, es un
ejemplo elocuente.

Social networks: la nueva frontera de la “aldea global”

—¿Qué es lo mejor y lo peor que te ha sucedido en Facebook?

—¿Lo mejor? Encontrar a mi novio… ¿Lo peor?… ¡Encontrar a mi novio!

Esta es la respuesta ocurrente y seria a la vez de una estudiante
entrevistada por Time (31.V.2010). Una respuesta que, si por un lado
provoca hilaridad, por otro nos debe llevar a reflexionar sobre la
explosión de este fenómeno que cada día asume siempre mayores dimensiones y
un creciente papel en las relaciones sociales.

Todavía es pronto para realizar una valoración definitiva y proponer
conclusiones, pero es posible delinear algunas de las tendencias
principales y valorar el impacto, sobre todo social pero también político y
comercial, que están teniendo las redes sociales. De hecho, son muchos los
interrogantes abiertos que merecen una reflexión. La privacy es
uno de ellos, quizá el más importante. Muchos usuarios que dan sus primeros
pasos en Internet desconocen los riesgos que afrontan cuando introducen
datos personales sin pensar en cómo serán utilizados. Encontrar de nuevo a
viejos amigos o alargar el círculo de amistades es uno de los usos más
comunes de las redes sociales, pero nadie sabe quién está detrás de la
pantalla, de la “interfaz”, en la cual millones de personas crean perfiles
y publican contenidos de naturaleza muy variada. En el momento de crear una
página los “social networks”, a cambio del servicio, se convierten en
propietarios de todo lo que viene publicado, datos personales inclusive.
Esto significa que las redes sociales no son solamente un instrumento para
mantener los propios contactos con amigos, compartiendo inquietudes,
fotografías, videos y tantas otras cosas, sino también, y quizá
fundamentalmente, se han convertido en un medio informativo constante para
registrar decisiones, gustos y tendencias que servirán para preparar
estrategias de mercado y decisiones comerciales, para realizar anuncios
publicitarios más selectivos, más personalizados y, por tanto, más
atractivos para los anunciantes. Aunque la legislación todavía es
insuficiente desde este punto de vista, también es verdad que el sentido
común en la gestión de la propia identidad on-line consentiría remediar
parcialmente el problema. El mismo Mark Zuckerberg, fundador de Facebook,
hace algunos meses había pedido disculpas y recientemente explicaba la
nueva política para conservar la información que sigue su empresa, en un
artículo publicado en el Washington Post (24.V.2010), aunque
recientemente volvía a afirmar en una entrevista que el concepto de
“privacy” estaba cambiando y que había que adecuarse a los nuevos tiempos ( La Repubblica, 23.VI.2010).

Las redes y su dimensión social, económica y política

El ámbito de las relaciones interpersonales es seguramente uno de los
terrenos donde más se han desarrollado las redes sociales. Probablemente es
algo más que una simple moda mantener y desarrollar las relaciones
interpersonales a través de Internet (y siempre menos a través del teléfono
tradicional por no hablar de la relación directa), hacer nuevas amistades
virtuales o recuperar otras que se habían perdido. Se trata de un fenómeno
de comunicación de masas, pero también supone un síntoma de un malestar
psicológico y social de individuos que no logran encontrar puntos de
referencia ciertos, reales y compartidos dentro de la sociedad, como podían
ser las parroquias, los círculos recreativos, los centros sociales, las
plazas o los bares hasta hace 20 años. Se trata de “la amistad en los
tiempos de Facebook” asegura con razón alguno. El psicólogo Cameron Marlon,
contratado por Facebook para realizar un estudio sobre las dinámicas
sociales de los propios usuarios, ha señalado que cada usuario tiene como
media unos 120 amigos con los que se relaciona, pero sólo mantiene
relaciones constantes con un reducido número de ellos que varía entre 7 y
10. Es un dato que no refleja el concepto de amistad pero de todas formas
retrata de modo sintomático la situación que se ha creado.

Otro aspecto sobre el que conviene reflexionar es el de la gestión de la
propia identidad en Internet. Muchos psicólogos han constatado la creciente
tendencia del usuario medio de construirse una segunda identidad en el web,
que encontraría su máxima libre expresión (o libre escape) en las Chat, los
forum o especialmente en las redes sociales; una segunda identidad que no
significa necesariamente una segunda personalidad. Dicho en otros términos,
el usuario tiende a presentarse de otro modo, generalmente mejor, por
inseguridad, soledad o timidez, en busca de una expresividad o dimensiones
personales que en su vida real no ha aceptado o ha sofocado
progresivamente. Sobre el modo de educar en este ámbito es interesante el
estudio de Bringué y Sádaba realizado en diversos países de Latinoamérica ( Razón y Palabra, México 2009).

Pero las redes sociales son mucho más. Fuentes continuas de recursos, por
ejemplo, que irrumpen también en las nuevas estrategias de negocios. A
nivel comercial, como se ha dicho, el mayor interés se
centra frecuentemente en obtener los perfiles de los usuarios cuanto más
precisos y personalizados posibles, para venderlos a los anunciantes
publicitarios. Se trata en el fondo de un enorme banco de datos que se
exprimen lo más posible. De hecho, en los perfiles de las redes sociales se
anima a los usuarios a señalar sus propios gustos, sus preferencias, y se
les ofrece enviar e-mails a las personas que ellos conocen para
contactarlas e invitarlas a formar parte de la red, añadiendo así más
datos. Este último aspecto tampoco es fácil de gestionar: por un lado está
la posibilidad de encontrar muchos amigos de los que se había perdido la
pista, pero puede parecer poco educado renunciar a la invitación de alguien
que nos escribe por e-mail, y es imprevisible saber el uso que otros puedan
hacer de las informaciones que se ofrecen en el propio perfil. Además, uno
podría ser contactado por personas que no han tenido un papel positivo en
su vida: basta pensar en una antigua novia que pide la amistad en una red
social a un hombre que ya está casado. En este sentido, un ejemplo del
desarrollo de esta esfera es el nacimiento de un profesión: la del “social
media manager”; se trata de una persona especializada en gestionar redes
sociales y en promover el interés de los usuarios hacia determinados temas
o productos.

También la política ha descubierto este nuevo mundo y
rápidamente lo ha utilizado como instrumento esencial para las estrategias
de propaganda y para la gestión del consenso popular. Un ejemplo
paradigmático fue la campaña electoral de Barack Obama en el año 2008, que
empleó Internet con las modalidades más variadas, desde la búsqueda de
fondos electorales y la organización y gestión de los activistas hasta la
comunicación de mensajes y la transmisión de los discursos del candidato.
Vaccari y Mazzoleni (Political Communication Report, vol.20, 2010)
sugieren que el entusiasmo inicial por Obama no se debió solamente al uso
de la tecnología sino sobre todo a la personalidad, a las ideas y a las
propuestas del candidato, que desafiaba a los republicanos con un
movimiento popular de base. De todas formas, con el pasar del tiempo, el
presidente actual ha perdido popularidad: la estrategia precedente,
centrada en un discurso “inclusive” (incluyente) y en la construcción de
relaciones y trato personalizado, ha bajado en eficacia porque se ha
institucionalizado y porque la lógica de las relaciones personales (más
cercana a un movimiento de base) se ha transformado en una lógica de
marketing (más cercana a un gobierno que trata de convencer al electorado
de las decisiones políticas que se toman). Además, asegura Boynton ( Political Communication Report, vol.20, 2010), los republicanos
han aprendido a hacer la oposición también en Internet, como se ha visto en
los debates sobre la reforma del sistema sanitario y con el movimiento
llamado “Tea Party”.

Estos aspectos muestran que la política ve en las redes sociales, pero
también en Internet en general, el instrumento más adecuado para atraer a
grupos de personas tradicionalmente lejanos, como los jóvenes por debajo de
los 30 años o las clases más desfavorecidas.


Servirse del instrumento e integrarlo con criterio en nuestras vidas

Las tendencias descritas anteriormente pueden ayudarnos a encontrar ideas
para contextualizar un instrumento de tanta riqueza y potencialidad e
integrarlo en nuestras vidas:

1. Las personas que tienen una capacidad innata para hacer amigos y
relacionarse encuentran en las redes sociales un instrumento sólido para
crear nuevas relaciones o fortalecer las ya existentes porque consiguen
integrarlo en su personalidad en el campo deportivo, comercial, de
intereses personales… La profundidad, el tipo de relación, el grado de
intimidad que se comparte y el número de amistades que se está en
condiciones de gestionar serán algunos de los factores más importantes en
la modalidad adecuada de uso.

2. Los usuarios que tienen un carácter introverso o tímido tienen la
posibilidad de relacionarse más fácilmente a través de las redes sociales,
pero existe el peligro de que desarrollen muchas relaciones virtuales (a
las que dedican tiempo y energías) y potencien al mismo tiempo el
aislamiento del ámbito real, descuidando la familia, los colegas de trabajo
o las personas con las que nos encontramos cada día.

3. Aquellos que tienen una personalidad dispersiva deben aprender a
utilizar este instrumento con un orden y una finalidad precisa; de otro
modo, la tecnología misma o los intereses de las personas contactadas se
convertirán en señores del propio tiempo y establecerán las prioridades
vitales. Por este motivo el uso del tiempo y la finalidad con que se
utiliza Internet son los dos pilares esenciales que permitirán integrarlo
adecuadamente en nuestras vidas y obtener el máximo de sus potencialidades
sin ser prisioneros de sus ritmos. Un estudio interesante en este sentido
es el que han publicado recientemente Del Río, Sádaba y Bringué (Menores y
redes sociales: de la amistad al cyberbullying, en Revista Estudios de la Juventud, III.2010).

4. Las redes sociales no pueden sustituir la relación personal. La amistad
virtual podría llevar a una amistad real o viceversa, pero la relación
virtual es netamente diversa de la relación real. Cada vez es mas frecuente
una persona que, en la vida real, mientras estrecha la mano de alguien que
le acaban de presentar, afirma: “nos conocemos de Facebook”.

5. Internet en general y las redes sociales en particular se han revelado
como un instrumento eficaz para crecer intelectualmente y para salir del
aislamiento en el caso de personas que se encuentran en situaciones de
precariedad, en países lejanos o aisladas por culpa de enfermedades o
circunstancias familiares.

6. Como se ha dicho al inicio, es pronto para trazar un cuadro general. Es
posible afirmar que las redes sociales estén dando vida a nuevas formas de
comunicación y de interacción, de lenguajes y de expresiones, que están
invadiendo siempre más nuestra vida cotidiana en todos los niveles: social,
comercial y político. Es posible decir que se trata de un “medio” dentro de
otro medio (Internet). Un medio “frío”, por decirlo con McLuhan, capaz de
involucrar múltiples canales sensoriales, enviando mensajes a “baja
definición”, que requieren por parte del usuario un gran esfuerzo sensorial
y perceptivo.

José Maria La Porte (Universitad de la Santa Cruz. Roma) y Fabrizio
Piciarelli

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