(

Presentamos un resumen de la introducción, sin notas, del libro
Alicia detrás del espejo. Literatura y conocimiento de la realidad,
Ed. Sabinae, Roma 2013, cuya edición castellana se encuentra en
fase de publicación)

Al finalizar un curso de Great Books, una estudiante quiso
evidenciar los conocimientos adquiridos y escribió algo que encuentra
un paralelismo significativo en prestigiosos autores que se ocupan de
literatura.

Apuntaba: «Great Books fomenta la caridad porque nos lleva
hacia los demás desde la perspectiva de quien quiere entender, de quien
quiere ayudar. Es un apoyo para integrar diferentes modos de comprender
el mundo, sin poner nuestras ideas en primer lugar. Great Books es sinónimo de alianza entre civilizaciones porque
ayuda a la comunicación entre culturas». Tal síntesis de un curso de
lectura de novelas clásicas me parece una confirmación elocuente de
cuanto sostiene Martha Nussbaum cuando escribe: «defiendo la
imaginación literaria precisamente porque me parece un componente
esencial de una posición ética que nos pide preocuparnos del bien de
otras personas, personas cuyas vidas se encuentran lejos de la
nuestra».

Quizá no es éste el primer aspecto en el que se piensa cuando se
afronta el tema de la literatura, de su relación con la realidad o del
valor que tiene tanto cognitivo como formativo. Sin embargo, creo que
éste es uno de los resultados más notables en quien lee buenas
historias: el desarrollo de un pensamiento y de una actitud pro-social,
empática y comprensiva, que permite conocer la realidad personal de una
forma que ayuda a vivir una vida plenamente humana.

De hecho, la obra literaria se refiere esencialmente a la experiencia
humana y, come la filosofía y la ciencia, ayuda al hombre a vivir la
propia vida. Pero la modalidad de esta ayuda tiene una exclusiva
especificidad porque pone al lector en contacto con la dimensión
concreta y singular de existencias personales posibles. Me limito a
enunciar aquí solo dos aspectos esenciales; los otros son objeto
directo de las reflexiones internas del libro.

Por una parte, la obra narrativa pone al lector en comunicación con
personajes pertenecientes a momentos históricos y tradiciones
culturales diferentes, haciéndole conocer desde dentro, o sea en sus
vivencias interiores, diversos aspectos: motivaciones, intenciones,
miedos, dudas, decisiones. Entre otras cosas, tal conocimiento favorece
en quien lee la compresión de los comportamientos de los otros y, a
veces, también de los propios. Esto hace que las novelas no nos
proporcionen propiamente una nueva forma de saber, sino una nueva
capacidad de comunicar con seres humanos distintos de nosotros; desde
este punto de vista, se puede decir que tienen que ver con la moral más
que con la ciencia. Todorov afirma que «el último horizonte de esta
experiencia más que en la verdad está en el amor, forma suprema de la
relación humana», como por otra parte había comprendido perfectamente
la estudiante mencionada.

En segundo lugar, la obra narrativa se propone dejando libre al lector
de aceptarla o no, de modo que la adhesión o el rechazo sea fruto de su
reflexión a diferencia del saber científico y filosófico. De hecho, la
estructura argumentativa de las ciencias o de la filosofía funciona de
tal forma que, aceptadas algunas premisas, se impone por deducción la
evidencia de las conclusiones. La literatura, sin embargo, proponiendo
una historia, invita a la reflexión. «Describiendo un objeto, un
suceso, un personaje, el escritor no formula una tesis, sino que
estimula al lector a hacerlo: propone y no impone, dejándolo así libre
y al mismo tiempo invitándole a ser más partícipe», subraya Todorov.
Aquí el lector no se encuentra frente a verdades abstractas o
apodícticas, sino frente a una vida posible; es libre de confrontarla
con la suya, de aceptar o no ese pensamiento, esa motivación o ese
comportamiento. Es como Alicia detrás del espejo: no está
obligada a mirarse dentro o a entrar; sin embargo, se mirará y entrará.

En mi opinión, estos dos aspectos son precisamente los que permiten que
la lectura de novelas se convierta en promotora de comunicación entre
personas y entre culturas. Esto es posible cuando se mira dentro de las
personas, cuando éstas se aman y se favorece su libertad. El modo en el
que la literatura nos hace entender la realidad humana, no solo es
extremadamente eficaz para conocer al ser humano y comunicar con él,
sino que refleja el modo en el que a cada uno de nosotros le gustaría
que le trataran: con verdadera atención a la propia interioridad y con
un respeto sagrado por la libertad personal concreta. La literatura
puede así ayudar a conocer la realidad interior exactamente según el
modo en que la persona humana quiere ser tratada. Éste es el contexto
en el que nace el libro, ésta es la savia que lo anima: la conciencia
de que la literatura es una de las formas más sublimes para humanizar
el mundo. Escribir y leer literatura es, por tanto, un acto de homenaje
a la dignidad humana, expresa confianza en ella y revela que la verdad
sobre el hombre es precisamente el amor.

En este humus, el libro se propone como un conjunto de
ensayos, algunos ya publicados en otras lenguas, con diferentes
perspectivas disciplinares, cuyo intento común es el de resaltar el rol
de la literatura en la vida humana. Está dividido en tres partes: la
primera, El poder de la narración, afronta el tema de la
ficción literaria desde un enfoque casi dialéctico con la realidad; la
segunda, Literatura y realidad personal, pretende evidenciar
la relación estrecha entre la literatura y la realidad existencial de
la persona humana; la tercera, Literatura e identidad, ofrece
reflexiones sobre la comunicación y la formación a través de la
literatura.

De este modo, el lector podrá aventurarse a descubrir cómo es posible
que la ficción literaria sea absolutamente indispensable para la
conciencia humana, también para la filosófica (Llano). Quizá el lector
podrá sorprenderse al encontrarse con literatura allí donde pensaba que
existieran solo verdades de hecho (García Noblejas) o ver cómo pueden
existir «hecho falsos» y «ficciones verdaderas» (Presilla). Entenderá
que determinadas realidades de nuestra vida son accesibles solo a
través de una narración (Bergamino) y cómo el cristianismo pueda tener
una influencia sobre la relación entre vida cotidiana y literatura
(Wauck). También deseamos que el lector encuentre respuestas frente a
la desorientación y amargura que a veces pueda sentir al finalizar
algunas novelas (Malo) y que descubra en la literatura un aliado
poderoso para una formación adecuada a las exigencias del ser humano
(González Gaitano).

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