Maria d’Alessio (editor). Monitoreando. Análisis cualitativo de la tv para chicos. Rai Eri,
Roma 2000

“Le gusta tanto Dragon Ball que he tenido que comprarle todo, sino
se porta mal. Así que para que se porte bien le digo que, si me obedece, le
compro los muñecos. No puedo hacer otra cosa. El otro día lo llevé a la
peluquería y el peluquero le dijo nada más verlo: «¿Quieres que te peine
como Goku?» «Sí, sí», respondió él…».

Esto es lo que cuenta la madre de Juan (4 años) en una de las entrevistas
que integran el seguimiento cualitativo de la relación de los niños con los
medios de comunicación del conjunto de investigaciones acerca de la
programación infantil de RaiSat Ragazzi dirigidas y coordinadas
por la profesora D’Alessio, Titular de Psicología de la edad evolutiva en
la Universidad de La Sapienza de Roma.

El ejemplo ilustra uno de los muchos resultados de estas investigaciones;
en este caso un resultado sobre el efecto de identificación: «la
narración televisiva tiene una peculiaridad respecto a los cuentos de
hadas. Los mitos de los cuentos personifican y muestran valores y
conflictos internos y ofrecen, a través de símbolos, modelos de
comportamiento. Los personajes de la televisión son portadores de estilos
de vida y ejemplos para imitar, donde el comportamiento que se muestra es
más relevante que la interioridad» (p. 106).

El libro da cuenta de las investigaciones promovidas por Rai Sat Ragazzi desde 1998 hasta el 2008 para realizar un
seguimiento cualitativo de sus programas, con métodos típicos de la
psicología de la evolución infantil ya experimentados en otros países. A
través de cuestionarios guiados para niños de diferentes edades, y
distribuidos a los maestros y a los padres, y con la ayuda de experimentos
con los niños mientras éstos visionan partes de algunos programas
seleccionados, se miden varios índices que ayudan a comprender qué
beneficio obtienen los niños de los programas destinados a ellos y qué
efectos ejercen en sus conocimientos y en su comportamiento.

El libro presenta una breve descripción de los programas estudiados, con
dibujos y fotografías, y un apéndice exhaustivo de todas las fichas de la
investigación (cuestionarios) utilizadas para medir los diferentes
«constructos» o indicadores, que también están presentes en el curso de la
explicación para hacer más accesible al lector los conceptos utilizados y
los resultados. A continuación presento de forma sintética los hallazgos
que, en mi opinión, son más relevantes, basados en cada uno de los
«constructos» o conceptos psicológicos que se han medido.


Aprecio, comprensión, recuerdo, proceso de identificación y atención

1. El aprecio, un concepto diferente del placer, de la preferencia, de la
atracción, o incluso de la diversión -aunque están relacionados,
obviamente- depende del desarrollo cognoscitivo, de dinámicas afectivas y
motivacionales y también de la disponibilidad del producto. Por ejemplo,
aunque los niños comprenden mejor los dibujos animados porque son más
simples y lineales, aprecian más los programas con protagonistas humanos.
En uno de los experimentos, el Abuelo Bruno (humano) alcanza una puntuación
de aprecio mayor que Teddy Bear (dibujo animado).

2. La comprensión de los programas por parte de los niños,
independientemente del format (del tipo de programa), siempre es
mayor de lo que los padres imaginan. Además, las investigaciones demuestran
que «si los niños están viendo la televisión en compañía de sus padres, los
efectos serán distintos de si los ven solos, tanto en el ámbito de la
percepción como en el cognitivo y emocional». La comprensión aumenta cuando
los padres hacen comentarios frecuentes durante y después de ver una
transmisión, y «la situación más productiva se obtiene cuando los padres
dialogan y hablan de los programas con sus hijos y les ayudan a incorporar
el contenido televisivo entre similitudes y contrastes de su sistema
existencial»(p. 73).

3. El recuerdo, obviamente, depende de la edad. Los niños de 6 a 10 años
son capaces de recordar todos los programas que se les proponen. Para los
más pequeños, la singularidad y la extrañeza de las situaciones vividas por
los personajes son las que determinan que un recuerdo sea más intenso.
Además, lo que los niños recuerdan no coincide con lo que prefieren o con
aquello con lo que se identifican. Por lo tanto, la conclusión que se
obtiene a partir de las observaciones empíricas sobre el recuerdo es clara:
«En todas las edades, el que los niños estén expuestos a contenidos
inadecuados es muy desaconsejable. En el caso de los más pequeños la falta
de comprensión hace que los contenidos inadecuados lleguen a los niños sin
ninguna posibilidad de filtrado cognitivo, dejando una marca indeleble,
aunque inconsciente. En cuanto a los niños más grandes, el sistema de
valores más estructurado actúa como un filtro en la organización de la
preferencia, pero no sobre los procesos cognitivos más automáticos como el
recuerdo» (p. 104).

4. Si bien es cierto que el uso de la televisión crea lo que los psicólogos
llaman «relaciones para-sociales», es decir «aparentes relaciones y lazos
afectivos con un personaje de televisión», no es menos cierto que los niños
tienen una mayor competencia crítica de lo que se podría pensar. A partir
de los 3 años son capaces de establecer el límite entre realidad y
fantasía; desde los 6 años saben que los personajes de dibujos animados no
son seres vivos, a pesar de verse influenciados emotivamente por lo que
ven. A los 9 y 10 años infieren una separación entre los valores que
representan los niños que actúan en los programas y ellos mismos; es decir,
se dan cuenta de que los niños protagonistas están recitando o actuando. De
todos modos, «el niño, a diferencia del adulto, no empatiza con los
personajes, sino que absorbe emociones y valores» (p. 110).

5. Entre la alternativa televisión de diversión o televisión educativa, las
investigaciones italianas realizadas por la profesora D’Alessio confirman
los resultados de otras investigaciones internacionales: «la complejidad
cognitiva del niño lo lleva a recordar, comprender y apreciar contenidos
televisivos más complejos con respecto a aquellos simplificados o banales»
(p. 151). Las películas atraen más su atención que los dibujos animados,
aunque afirman que aprecian más los dibujos. A pesar de ello, el
estereotipo cultural que asocia los dibujos animados a los niños es
persistente y se ve reforzado por la producción de programas: el 70% de la
programación infantil son dibujos animados.

Observaciones metodológicas

El libro, como los autores indican en la presentación, reúne temáticamente
varias investigaciones llevadas a cabo durante un período de 10 años. Las
fichas, que se presentan durante el trabajo y en el apéndice, son muy
completas y exhaustivas, pero no se especifican las características de los
sujetos estudiados en cada investigación, a excepción de la edad. Además,
el hecho de agrupar los resultados de las investigaciones por argumentos
hace que las indicaciones metodológicas de cada estudio se difuminen,
excepto en el capítulo sobre el comportamiento de la atención, más
detallado en este punto. Sin duda, esta es la razón por la que a veces se
observan incoherencias en los resultados, tales como los relativos a la
comprensión. De la lectura de este libro se obtiene la impresión de que
estas investigaciones son una réplica de investigaciones realizadas en
otros países sin un diseño propio y dirigido al público italiano.

A pesar de que ofrece un resumen muy útil de los contenidos de los
programas, que es fundamental para poder realizar una lectura de los
resultados, se observa que el análisis no tiene en cuenta la posible
influencia del tipo de contenido en la medida de los «constructos». No sólo
es el formato o el tipo de personajes protagonistas (dibujos, humanos, o
muñecos) el que afecta a las competencias de la comprensión, atención e
interpretación, sino también el tipo de acción representada y la forma de
representarla. Y de ellos hay rastros en la diversidad de los resultados
antes mencionados.

Como cualquier otra obra colectiva, el valor de los capítulos es
heterogéneo. La autoría de cada uno no se especifica.

En última instancia, la obra, muy sugerente y llena de ideas para
psicólogos, educadores, productores de televisión -y también para los
padres aunque en menor medida- parece destinada más bien a legitimar un
papel de asesoramiento de los psicólogos expertos dentro de las emisoras
públicas que a informar a la opinión pública, especialmente a los padres,
sobre la relación televisión-niños.

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