Hace unas semanas asistí a un taller impartido por un experto en marketing
y medios sociales. El ponente resaltaba el desconocimiento general que se
tiene sobre la edad de inicio y frecuencia del consumo de material
pornográfico. Señaló que los inicios se dan de manera más temprana que en
otras épocas. Es sorprendente que muchos padres perciben el problema como
lejano o que no va a afectar a sus hijos porque “el tema no va con ellos”.

¿Cómo están las cosas de verdad en este agrave asunto?: ¿Están expuestos
los adolescentes a contenidos sexuales?, ¿cuánto y cómo influye realmente
la exposición de material sexual en el comportamiento de los jóvenes? Un
estudio realizado por investigadores sociales de dos universidades
holandesas (van Oosten de Amsterdam, Peter de Leuven y Vandenbosch de la
Universidad de Amberes en

Adolescents´ Sexual Media Use and Willingness to Engage in Casual Sex:
Underlying Process

) nos da la respuesta a esas y a otras cuestiones.


Es el primer estudio que muestra cómo el contenido sexual en las redes
sociales también puede predecir las percepciones de los adolescentes
sobre el comportamiento sexual

Los autores del citado texto investigaron la relación entre distintos tipos
de representaciones sexuales en distintos medios de comunicación y la
disposición de los adolescentes a tener relaciones sexuales ocasionales,
así como los procesos socio-cognitivos subyacentes en esas relaciones. En
el contexto del estudio, se entiende por sexo ocasional, sexo no previsto o
programado y, por ello, no seguro.

La conclusión es neta: la exposición a material sexualmente explícito en
Internet predijo, de manera directa, el sexo ocasional. Además, llegaron a
la conclusión de que las presentaciones atractivas de ellos mismos hacia
los demás en las redes sociales y la llamada “tele-realidad” con alta carga
de contenido sexual predice la voluntad de los adolescentes a participar en
el sexo casual. Es decir, se puede afirmar que existe relación entre lo que
los adolescentes ven a través de distintas pantallas y las conductas
sexuales que luego desarrollan.

Utilidad del estudio y desafíos futuros

Los hallazgos de este estudio, aunque se refieren sólo al “sexo casual”,
tienen además importantes implicaciones de cara a la investigación sobre
tipos de comportamiento sexual en general como resultado del visionado de
contenido eróticos y/o pornográficos en los medios. Desde luego confirman
lo que viene demostrando otros estudios sobre la pornografía,

ya publicados en nuestro portal.

Sus conclusiones, sostenidas con la elaboración de un estudio elaborado a
partir de una base sólida y con validez y rigor científico, muestran la
importancia de la elección de los contenidos que ven los jóvenes. Además,
tal y como resaltan los autores a raíz de la revisión bibliográfica que
realizan, la exposición a un determinado tipo de contenidos provoca también
actitudes de tipo permisivo hacia el sexo.

Metodología y observaciones

Se tomó como base un panel longitudinal en tres etapas con un intervalo de
6 meses a partir de una muestra de 1.467 adolescentes holandeses, de edades
comprendidas entre los 13 y 17 años. Las variables de control fueron el
sexo y la edad.

El estudio se centra en tres categorías o variables para medir el uso
sexualizado de los medios: exposición a contenidos sexuales explícitos en
Internet, presentación erótica de sí mismos en sus perfiles en las redes
sociales y visionado de reality shows atrevidos –en particular
MTV- que se consideran populares entre los adolescentes.

Esas tres categorías mencionadas pueden predecir la voluntad de
involucrarse en el sexo ocasional de manera diferente, dadas las posibles
diferencias en los procesos socio-cognitivos que subyacen a los cambios en
la disposición conductual y, entre otros factores, a la similitud con el
entorno social de los adolescentes, lo que hace que sea más fácil a los
adolescentes el hecho de identificarse con los personajes e integrar el
contenido que ven en sus propias vidas.

Los mismos autores advierten que los resultados de su estudio pueden no ser
aplicables a otras culturas menos permisivas de la holandesa. Este caveat, típico de cualquier estudio científico social, no
disminuye la gravedad de la alarma implícita, sobre todo cuando se sabe que
Internet está homogeneizando las culturas, aún más de lo que lo hace el
cine o los formatos televisivos difundidos internacionalmente, como algunas
teleseries de éxito. Dos de las variables que estudian se refieren
precisamente a Internet y una a la televisión.

Es claro, a mi juicio, que la preocupación implícita del estudio es llamar
la atención sobre el “sexo inseguro”: se supone, aunque no se afirma, que
el “casual sex” es más arriesgado para contraer enfermedades o para quedar
embarazadas, cosa indudable. Sorprende, en cambio, que no se dé relevancia
en la discusión del estudio a los altos niveles de sexualización de los
jóvenes. En las diversas escalas para medir el uso “sexual” de los medios
que ellos usan, los resultados obtenidos son preocupantes: los jóvenes
están ya hipersexualizados.

No es objetivo del estudio ir a las causas del problema, en particular si
se ve el problema sólo parcialmente. A mi modo de ver, me parece que hacen
falta estudios que vayan a identificar las causas de fondo y que, en
consecuencia, puedan dar pie a propuestas de solución. Si no se educa para
el amor a los jóvenes, y nos conformamos con “instruirlos” sobre el sexo
seguro mientras los dejamos a la merced de los “mercaderes del sexo”, no
resolvemos nada.

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