Al ver una película, se activan muchas partes del cerebro; la película imita
la estructura de la conciencia y esta imitación permite que el cine influya
en el cerebro.

Todo esto lo estudia ahora la incipiente ciencia del neurocine, una disciplina que abarca los campos de
la neurociencia, el arte cinematográfico y los estudios de la conciencia.

El punto central es que el cine es un arte multidimensional
y tiene el poder de influir en nuestra estructura neurofisiológica.

Movimiento e imagen: qué relación

Como se recoge en el estudio de Naser Moghadasi «Neurocinema: una breve
panoramica», los primeros pasos en el estudio de la relación entre el cine y el
cerebro se remontan a los escritos del filósofo francés Henri Bergson, que
ya en 1896 explicó la relación entre el movimiento y la imagen en clave moderna.

El cine estaba dando sus primeros pasos, cuando Bertrand Russell ya
especulaba que este nuevo mundo representaba un factor de riesgo para la
«anulación del libre albedrío», para el efecto del cine en la mente.

Una sola imagen puede estimular diferentes zonas del cerebro», argumentaría
más tarde Jean-Luc Godard, «pero no puede en modo alguno recordar el
concepto de movimiento en la mente». Puede suscitar emociones o recuerdos,
pero nunca tendrá el mismo poder que las imágenes en movimiento, ordenadas
en una secuencia precisa, tienen en el cerebro humano: y ésta es
precisamente la principal característica de una película.


Relaciones sensoriales, cognitivas y afectivas de los espectadores
de cine: algunos experimentos

¿Qué nos dice la ciencia sobre lo que ocurre en nuestro cerebro mientras
vemos un película?

Un importante estudio, recogido en el artículo mencionado anteriormente y
que fue realizado por Hasson, examinó la respuesta y la actividad del
cerebro mientras se veía una película.

Utilizó un nuevo método llamado «análisis de correlación entre sujetos». Con
este método, fue posible comprobar la actividad cerebral de diferentes
espectadores. El estudio demostró que mientras se veían películas como «El
bueno, el malo y el feo» y «¡Bang! Estás muerto», la atención era mayor que
cuando se comparaba con escenas de acontecimientos cotidianos.

La misma diferencia se observa al medir el promedio de los movimientos
oculares de los espectadores: la fijación de los ojos al ver las películas
mencionadas fue considerablemente mayor que al ver acontecimientos que
suceden en la vida real.

Por lo tanto, una película bien estructurada puede controlar de forma
significativa la actividad cerebral del público e influir indirectamente en
la estructura de la conciencia del mismo.

A un nivel diferente de lo que la neurociencia puede estudiar -los estímulos
y respuestas fisiológicas neuronales-, es aún más importante examinar la
influencia del cine en nuestra comprensión del mundo y de nosotros mismos.

¿Qué hay de cierto en una narración de ficción?

El antropólogo Antonio Malo, en su libro Svelare il misterio. Filosofia e narrazione a confronto
(Desvelar el misterio. Filosofía y narración) (Edizioni Santa Croce, Roma,
2021) explica en qué consiste la «verdad» contenida en las obras de ficción.
Dice: «Hay una gran diferencia entre creer en algo porque es verosímil
aunque no sea real, y creer en algo porque es verdadero aunque no sea
verosímil. Lo falso, en cambio, aunque sea creíble, no se convierte en
verdadero ni en verosímil, a diferencia de la ficción, que, cuando es
creíble, se convierte en verosímil en sus efectos relacionales». Dicho en
términos más sencillos: Cuando vemos una película y “entramos” en su
historia, es como si suspendiésemos voluntariamente y con gusto el juicio
sobre su adecuación a la realidad, o sea, fingimos momentáneamente –mientras
dura nuestra atención al film- que nos lo creemos, aceptamos el “juego” de
la ficción.

La verosimilitud de las ficciones (películas, novelas) no se referiría,
entonces, a un hecho que ha sucedido o que puede suceder, sino al “mundo
humano”, es decir, la vida humana con sus pasiones, deseos, acciones y
posibles relaciones. Un mundo ficticio, cuando es verosímil, habla
directamente al corazón humano, en el que existe la lucha entre el bien y el
mal, la esperanza y la angustia, la amistad y la enemistad, el heroísmo y la
traición. La verosimilitud permite recrear este mundo, que entonces no es
una alucinación o un engaño. En esto consiste la «verdad” de la ficción.

Cine, política, economía y propaganda

Que el cine tiene el poder de involucrarnos, de y de tocar nuestras
conciencias lo han sabido siempre, de hecho, las grandes facciones políticas
así como los gigantes del mundo económico.

Armando Fumagalli explica en su libro Creatività al potere, da Hollywood alla Pixar, passando per l’Italia,
(Lindau: Turín, 2013) que en Estados Unidos «algunos de los más altos
ejecutivos de las principales empresas cinematográficas forman parte de
think tanks -que incluyen a políticos, industriales, intelectuales-
cruciales para delinear las políticas del país, como el Council on Foreign
Relations, o la Rand Corporation, financiada por el Ministerio de Defensa».

Ante todo esto, es fácil entender el carácter propagandístico que puede
tener el uso de las películas.

Es bueno saber que cuando vemos una película, somos «más vulnerables» y
estamos más inclinados a aceptar, sin crítica, la visión del mundo del
autor. Tras una primera fase de implicación emocional, es bueno pasar a una
segunda fase: la de la reflexividad, para analizar y no sufrir pasivamente
los contenidos de una obra.

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