“Cuando te conocí, la simple palabra ‘amor’ me daba la risa floja propia de
los jóvenes. Estaba convencida de que el amor no existía. Estaba
equivocada. ¿Qué era la relación entre nosotros y lo que hemos logrado con
la vida, sino una gran historia de amor? Tu Edith, que buscaba la
felicidad, y la encontró a tu lado”.

Al leer esta dedicatoria, probablemente pensaréis que se trata de una
novela romántica. Y de hecho es así, porque estas palabras las puedes
encontrar en el último libro de Susanna Tamaro, Una grande storia d’amore (Editrice Solferino, 2020, 17 €).

Las escribe Patrizia (que escoge el nombre de Edith para sí misma) en su
carta a Andrea, el hombre que ama, tras una vida turbulenta, llena de
alegrías y de dolor, que pasaron juntos.

Una «historia de otros tiempos»

La historia se cuenta desde el punto de vista de Andrea, ya anciano y
viudo, que recuerda toda su vida junto a la única mujer a la que amó de
verdad.

Andrea, un veneciano nacido en 1950, nos transporta a través del tiempo a
cuando no existían teléfonos móviles ni ordenadores, la ideología comunista
despertaba sueños en masas de jóvenes, las mujeres comenzaban la lucha por
la emancipación y llegaban, como Edith, a reírse del matrimonio.

Edith se nos describe como una chica sarcástica, rebelde, de esas que fuman
incluso donde no está permitido y se compromete con los «compagni»
(los comunistas) en las luchas sociales, con un entusiasmo casi infantil y
una vivacidad especial propia de su carácter.

Detrás de sus batallas, de su deseo de escapar a las ataduras, de su burla
del «amor», se esconde un buen corazón, marcado por una grave pérdida, y
una gran necesidad de ser prendida de la mano, de cuidados, protegida. En
una palabra, ser amada.


Un amor que resiste a las heridas causadas por la debilidad humana.

Andrea es diferente, mucho más sereno y tranquilo. Y está locamente
enamorado de Edith. No es solo un capricho, siente que sus almas están
destinadas a no separarse nunca.

Aunque a veces se siente herido -porque Edith, frágil e inconstante, lo
aleja de sí-, no deja, ni siquiera en los peores momentos, de amarla
profundamente.

Si ella lo humilla, él no la odia. Si se aleja, lo que más le preocupa es
que Edith se encuentre bien. El milagro del verdadero amor es este: no
conoce ninguna ofensa que no pueda ser perdonada.

Andrea, diez años mayor que Edith, pragmático, esquemático, sueña con el
matrimonio, una familia, con crear un nido. En el fondo, Edith también
sueña con todo esto, pero cuando Andrea se lo propone, huye, porque no se
siente preparada. Entonces, él no la ata a sí mismo. Como buen capitán,
acostumbrado a que los barcos partan y regresen, la deja marchar: tal vez
también ella, como un barco cansado de navegar, regrese a puerto.

A causa de la soledad, Andrea cederá a relaciones estériles, solo para
darse cuenta después de que nuestra alma está hecha únicamente para el
amor.

La verdadera entrega solo puede existir en libertad

La paciencia de Andrea, sus sentimientos puros, su capacidad de proteger,
su fuerza para aceptar incluso el fruto de la fragilidad de Edith, llevarán
a la joven a deshacer sus nudos, sus miedos, a sentir que vale la pena
echar raíces con alguien que esté dispuesto a dar la vida.

Ese matrimonio, que se les escapó en su juventud y era considerado, en los
primeros años de vida en común, como un simple «papelillo», se convertirá
para Edith, en un momento especial de su vida, en lo más urgente. No trata
de formalizar una convivencia, sino de llamar finalmente a ese vínculo
único con su verdadero nombre.

Una novela para ver la luz más allá de la oscuridad.

Esta novela no relata solo una historia de amor feliz. De hecho, también
destaca las debilidades del ser humano en su interior y sus luchas.

Muestra los porqués que pueden estar detrás de un gesto estúpido; las
razones más profundas de una fuga, de pasarse de copas, de una broma
sarcástica.

Y también da una posible respuesta a la tentación del sinsentido que se
apodera de nosotros, respuesta que se resumiría en este diálogo:

Andrea: «Nadie puede saber cómo y cuándo morirá»

Amy: «Es una locura».

Andrea: “Sí, de algún modo. Pero una locura que tiene un antídoto»

Amy: «¿Cuál?»

Andrea: «Vivir como si la muerte no existiera».

Amy: «Pero existe».

Andrea: «Si vives amando, la desactivas».

Previous

¿Son sólo canciones? A través del arte se puede educar... o deseducar

Next

¿Qué ha comunicado el coronavirus a mi familia?

Check Also