Las cifras son realmente impresionantes. Según Statista.com, el portal de estadísticas más acreditado de la red, China cuenta ya con casi 1.000 millones de usuarios en las redes sociales, es decir, alrededor del 65% de la población total, con una tendencia que va en aumento año tras año. Es importante subrayar desde el principio que los grandes como Facebook, YouTube y Twitter no tienen nada que ver con este crecimiento. De hecho, hace tiempo que el Gobierno chino ha bloqueado el acceso a las redes sociales occidentales, limitándose a las locales, como WeChat y Sina Weibo, que atraen a millones de usuarios y convierten a China en el mayor mercado de redes sociales del mundo. Según el informe  We Are Social, cada internauta tiene de media alrededor de 7,4 cuentas de redes sociales en China.

Las plataformas más populares

Las plataformas de redes sociales son verdaderamente numerosas. WeChat es, con diferencia, la aplicación social más popular del país, y se utiliza para enviar mensajes de texto, hacer llamadas telefónicas, compartir fotos y vídeos, pero también para comprar y jugar en línea, así como para consultar noticias.

No obstante, el panorama es muy heterogéneo y dinámico. Está la aplicación de mensajería instantánea Tencent QQ, la web de microblogging Sina Weibo, la aplicación para compartir vídeos Youku Tudou, la aplicación para editar y compartir fotos Meitu, la plataforma de recomendación de restaurantes y pedidos de comida Meituan. Entre todas ellas, el mayor impacto internacional ha sido la aplicación de intercambio de vídeos Douyin, cuya versión internacional es utilizada ya por todos los adolescentes occidentales. Estamos hablando de TikTok.

Redes sociales y gobierno chino: un estudio revela la amplia censura del régimen

Quizá sea banal decirlo, pero conviene al menos reiterarlo. El newtork social en China no es libre en absoluto, como tampoco lo son los usuarios chinos. Detrás de los miles de millones de interacciones diarias entre mensajes, llamadas telefónicas y búsquedas en línea, hay una fuerte censura política emprendida por el gobierno, para contrarrestar posibles acciones colectivas consideradas subversivas. Para alcanzar dicho objetivo, el gobierno chino ejecuta un control continuo y metódico de todos los flujos de información e interacción que los ciudadanos efectúan en las redes sociales.

Tres especialistas, Gary King, Jennifer Pan y Margaret E. Roberts, publicaron hace unos años en la revista American Political Science Review un estudio revelando la existencia de un grupo de trabajo secreto formado por agentes del Estado, pertenecientes al llamado 50c Party (llamado así por los ingresos que reciben los empleados), cuya tarea es desviar la atención pública de los temas candentes para el Gobierno y susceptibles de activar formas de asociacionismo desde abajo.

En la narrativa orwelliana más clásica, el trabajo de estos agentes del gobierno consiste en crear contenidos en las redes sociales con el objetivo específico de distraer a la opinión pública de cuestiones inconvenientes para el gobierno y promover la unidad nacional y la estabilidad política del régimen mediante una continua publicidad positiva de las acciones de la cúpula del partido.

Pero ¿en qué consisten exactamente estos mensajes? Los investigadores dividieron el contenido en cinco categorías:

taunting of foreign countries”: comparaciones favorables entre China y otros países extranjeros, generalmente occidentales;

– “non-argumentative praise and criticism”: publicaciones con elogios sobre temas no controvertidos, como los debates sobre la deuda pública o el bienestar;

argumentative praise and criticism”: mensajes con elogios sobre temas controvertidos, como determinadas posturas sobre derechos humanos;

factual reporting”: mensajes con descripciones de programas gubernamentales, iniciativas, eventos o planes de liderazgo;

– “cheederleading, es decir, expresiones de patriotismo, eslóganes, debates sobre figuras culturales o celebraciones. La mayor parte del trabajo del destacamento del 50c Party parece concentrarse en la difusión de estos contenidos.

Para dar algunas cifras y comprender bien la magnitud e importancia de esta ingente labor de censura y distracción masiva, el estudio mencionado destaca la existencia de nada menos que 448 millones de posts publicados en los canales sociales chinos. Alrededor del 53% de ellas aparecieron en cuentas gubernamentales y los 212 millones restantes en cuentas comerciales.

La estrategia de comunicación en las redes sociales occidentales

Además de esta colosal e invasiva labor de censura política interna, China también utiliza supuestamente sofisticadas estrategias de «contaminación» de la comunicación en redes sociales occidentales, como Facebook, Twitter y YouTube, para transmitir desinformación y reforzar la propaganda política favorable al régimen.

Un estudio más reciente de algunos investigadores de la Universidad de Oxford, por ejemplo, han documentado la existencia de casi 30.000 cuentas de Twitter que han amplificado y celebrado en los últimos años los contenidos de la cuenta del Gobierno chino o de los medios filogubernamentales, antes de ser suspendidos de la plataforma por violar las reglas que prohíben la manipulación. La misma operación se siguió en Youtube, con la cancelación por parte de Google de casi 10.000 canales de influencers “coordinados y vinculados a China».

De acuerdo a una investigación llevada a cabo por el “The New York Times”, el Gobierno chino habría «inundado» deliberadamente las redes sociales occidentales con perfiles falsos pero fervientes partidarios del régimen, con el fin de limpiar formalmente su imagen, comprometida por las sospechas internacionales de violación de los derechos humanos.

Además de este uso masivo de perfiles falsos, las tácticas de manipulación también incluirían, como forma de acreditación internacional, la búsqueda de ‘influencers’ de habla china en las redes sociales con gran seguimiento internacional, con la tarea de elogiar a China por proporcionar, por ejemplo, ayuda durante la pandemia de COVID-19, mientras se amplificaban las críticas a la Unión Europea por no hacer lo mismo.

En definitiva, varios estudios nos hablan de la existencia en los últimos años de una labor verdaderamente depurada no sólo de censura, sino también de alteración y manipulación de la opinión pública nacional e internacional, especialmente en las redes sociales occidentales, por parte de agentes del gobierno chino para ocultar asuntos indecorosos y cortar de raíz cualquier iniciativa de protesta, así como de campañas de desinformación y fake news para lavar su imagen. La historia nos dirá cuán eficaces o ineficaces habrán sido estas estrategias de propaganda, y cuán fuertes serán los sueños de los hombres para derribar muros y cruzar las fronteras de la libertad con alas ligeras. Incluso en la red.

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