Las redes sociales tienden a hacernos irreflexivos e impulsivos: el hecho
de que nos comuniquemos con alguien a través de una pantalla y no «cara a
cara» puede llevar a la pérdida de esa modestia que normalmente nos impide
decir abiertamente todo lo que pensamos cuando el interlocutor está delante
de nosotros en carne y hueso.

«Protegidos» por nuestro smartphone o PC, nos aventuramos más allá de los
límites dentro de los cuales una conversación puede definirse civil.

Y entonces surgen insultos a perfectos desconocidos, bromas de mal gusto,
comentarios cínicos e irrespetuosos que, quizás, no pronunciaríamos sin el
escudo de las herramientas tecnológicas.

La tentación de caer en el llamado «discurso del odio», llenando nuestros
perfiles o las páginas que visitamos con comentarios poco delicados u
ofensivos, puede ser muy fuerte. Así pues, aquí hay tres reglas de oro para
evitar apretar el gatillo contra quien nos «encontramos» en nuestro camino
digital, convirtiendo en un basurero lo que debería ser un ambiente de
diálogo, confrontación, recreación y no de desahogo y ofensa.


1. Piensa siempre que los usuarios sociales son personas reales!

Si estás escribiendo un comentario poco amable o incluso ofensivo, recuerda
siempre que estás mirando a una persona de carne y hueso, incluso si estás
separado por una pantalla.

¿Cuántas veces los artículos publicados en una red social se llenan de una
maldad indescriptible que, por lo general, no oímos entre dos personas que
toman café juntos?

Antes de escribir, reflexionemos sobre el hecho de que el otro no es el
chivo expiatorio sobre el cual derramar nuestro estrés o nuestra ira
reprimida. Las redes sociales no pueden convertirse en peras de boxeo.


2. Lo que escribes sobre los medios sociales siempre tiene
consecuencias.

Preguntémonos si lo que vamos a escribir en las redes sociales puede herir
a alguien, ofender sus sentimientos o incluso humillarlo.

También recordemos que somos responsables también ante la ley de nuestras
acciones en la web. Por ejemplo, podemos ser perseguidos penalmente por
difamación al afirmar lago falso sobre alguien, como sucede en la vida
real. De hecho, es bueno saber que la difamación puede incluso agravarse si
ocurre en una red social como Facebook, porque, legalmente hablando, la red
social se considera un espacio real donde lo que se dice llega a mucha
gente a la vez. Más razón para pensarlo dos veces antes de escribir cosas
malas….

3. Una palabra amable es más efectiva que cien insultos.

Si el propósito de nuestro comentario es hacer reflexionar a alguien que, a
nuestro juicio, apoya una tesis equivocada, seguramente no le haremos
cambiar de opinión insultándolo. Nadie reflexiona si se siente atacado, mas
bien tratará de defenderse y, aunque solo sea por orgullo, se enroquerá aún
más en sus convicciones.

Es posible -pero no obvio- que tengamos razón y que el otro esté
equivocado, pero aun así debemos recordar que sólo si corregimos con
respeto, si ofrecemos alimento para el pensamiento con el fin de ayudar al
otro, no para aplastarlo, el diálogo es constructivo. De lo contrario, sólo
estamos perdiendo el tiempo. O, peor aún, estamos sembrando resentimiento.
En pocas palabras, estamos ensuciando la red.

Armémonos, pues, de paciencia y humildad. Recordemos que una palabra gentil
mueve más un corazón endurecido que cien escupitajos con ira.

¿Y ustedes, los lectores, tienen otras reglas que sugerir? Si crees que
puedes ayudarnos, escribe en los comentarios lo que piensas que hace de la
web un lugar mejor.

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