Imagina por un momento tener que hacer una presentación importante a un
público que no te conoce, que no habla tu idioma y que no conoce tu
cultura… ¿por dónde empezarías?

Fue en la década de los 2000 cuando el escritor e investigador americano
Marc Prensky empezó a hablar de los «nativos digitales» y de los
«inmigrantes digitales». Desde entonces, esta expresión ha intentado
identificar dos grupos de personas: los «nativos», es decir, los jóvenes
que nacieron y se criaron junto a las tecnologías y al mundo digital, y los
«inmigrantes», aquellos que, ya adultos cuando estas tecnologías se
extendieron, tuvieron que aprender a utilizarlas. Esto implica, según
Prensky, que los dos grupos no sólo tienen diferentes hábitos de uso del
contenido y diferentes maneras de emplear las herramientas, sino que hacen
un esfuerzo diferente en el aprendizaje. Prensky usa la
metáfora lingüística para explicar este fenómeno: los nativos son de lengua
materna digital, los inmigrantes tuvieron que aprender el idioma.

Algunos han logrado aprenderlo rápidamente, otros siguen intentándolo, y
luego están los escépticos, que no tienen intención de hacerlo,
permaneciendo firmemente asentados en sus propios modos de hacer las cosas.

¿Pero qué influencia tiene todo esto en la educación?

Durante demasiado tiempo, los educadores han tratado de enseñar e
interactuar con un público que no conocía el idioma. Esto no sólo ha creado
problemas a nivel de entendimiento mutuo, sino que además ha excluido la
posibilidad de aprovechar las oportunidades que ofrece la educación digital
en ámbito formativo.

Para los «inmigrantes» Internet no es parte de su identidad, es un
«accesorio» y casi se sienten maravillados frente a la mayoría de
dispositivos. Al contrario, los «nativos» viven la tecnología digital como
una parte integral de sus vidas. Socializan, se informan, juegan en
Internet y, con la difusión masiva de los teléfonos inteligentes y la
tecnología inalámbrica, esta realidad se intensifica haciendo que la
tecnología se integre plenamente en su vidas cotidianas.

Lo que ocurre hoy en día es que

incluso el más escéptico de los inmigrantes digitales no podrá mejorar
sus capacidades sin el apoyo de las nuevas tecnologías

. Vivimos en una época en la que la tecnología digital está presente en
todos los aspectos de la vida humana.


«Nativos e inmigrantes digitales»: ¿una convivencia posible?

Desde el año 2010, el mundo es testigo de la convivencia de siete
generaciones diferentes en el mismo planeta y la diferencia entre «nativos»
e «inmigrantes» se ha hecho (y se hará), con el paso del tiempo, cada vez
menos clara. Nos guste o no, el mundo «digital» y la «tecnología»

son el presente, pero lo que marcará la diferencia hoy y en el futuro
será el modo con el que se usarán estas herramientas.

Es cierto que ninguno de nosotros puede escapar al uso de las nuevas
tecnologías, pero también es cierto que para aprovechar al máximo su
potencial necesitamos un conocimiento profundo de estas herramientas y de
su funcionamiento.

A pesar de que en los últimos 10 años el mundo digital ha experimentado
tasas de crecimiento cada vez mayores, con la incorporación de los
«inmigrantes», el analfabetismo digital sigue siendo alto
y no puede decirse que los países del mundo tengan ciudadanos digitales
conscientes.

Las habilidades digitales pueden representar, de hecho, una oportunidad
para desarrollar la innovación y apoyar la creatividad. Pero no basta con
saber cómo acceder a Internet o saber utilizar un ordenador, sino que hay
que tener una «conciencia digital» capaz de prevenir los riesgos y
aprovechar, de la mejor manera, las oportunidades de Internet.

¿Cómo educar digitalmente?

Los «Ok boomer» saben que, para apoyar mejor a los jóvenes en el proceso
educativo y creativo, en la era digital ya no basta con prohibiciones como
«deja esa cosa ahí». Para ser un buen educador digital necesitas
información y criterio.

A día de hoy, sólo utilizamos el 20% de la tecnología disponible. Por eso
necesitamos mirar con nuevos ojos lo que ya tenemos a disposición y
mejorarlo.

El objetivo debe apuntar a educar en el uso, no en la represión.

Como hemos visto antes, sería realmente imposible intentar enseñar algo, o
interactuar trivialmente con alguien, en un idioma que no conocemos. Por lo
tanto, en primer lugar, necesitamos acercarnos a las nuevas tecnologías y
comprender cómo funcionan, manteniéndonos al mismo tiempo actualizados. Sin miedo a
preguntar «¿cómo funciona?» «¿para qué sirve?», «¿por qué lo disfrutas
tanto?» o más banalmente «¿qué significa ok boomer?».

Ya no es momento de ser «escépticos», debemos ser «digitalmente conscientes» y educar a los más jóvenes en
esta conciencia. Esto no coincide necesariamente con ser un mago de la
programación o un hacker informático. La toma de conciencia a la
que me refiero es la profundización, no sólo de la dinámica de uso, sino el
conocimiento y la anticipación de los riesgos a los que la red puede
exponernos.

La historia de «no te alejes», «ten cuidado para no hacerte daño», «no
digas palabrotas»… y todas las recomendaciones, más o menos incisivas,
que proponemos a los niños en las distintas fases de su crecimiento,
¡también son válidas en el mundo digital!

El hecho de estar en nuestra propia casa detrás de una pantalla, o tal vez
en el sofá, al lado de mamá y papá, con una tablet en la mano, no nos hace
inmunes a estos peligros.

Pero no hay que tener en cuenta sólo los peligros. Mirar el mundo digital
únicamente desde un punto de vista pesimista es como renunciar a un coche,
que nos puede llevar lejos y que puede facilitar nuestros desplazamientos,
sólo porque corremos el riesgo de tener un accidente.

El educador en la era digital no debe limitarse a «proteger» frente a los
medios de comunicación, sino que debe desarrollar en las nuevas
generaciones una competencia mediática que las prepare para un mundo con el
que puedan relacionarse y en el que puedan vivir de forma crítica y
constructiva.

El espacio digital se ha convertido en el lugar más habitado del planeta,
la misión es hacerlo inclusivo, seguro y sostenible. ¿Cómo?

Es exactamente quien lo conoce quien tiene la oportunidad de responder a
esta pregunta, y es el deber de quienes viven en él llevarlo a cabo.

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