La leyenda de Bagger Vance
,
una película del año 2000 dirigida por Robert Redford, quiere ser una
metáfora de la vida. Explica Redford en una entrevista:

«Ninguno mejor que un golfista sabe que en este deporte se condensa toda la
moral de la vida, pero ‘La leyenda de Bagger Vance’ no es sólo una historia
relacionada con el mundo del golf. Es el relato sobre una persona que no
consigue golpear la bola como lo hacía antes -con un estilo único- y debe
encontrar de nuevo la forma de hacerlo. En este sentido, el film tiene una
moral universal que supera el deporte en cuestión porque todos nosotros
perdemos nuestro golpe, de una forma u otra, en algún momento de nuestra
vida. Todos nosotros estamos sometidos a la prueba de la adversidad… y
sospecho que todos nosotros alguna vez hemos deseado que existiera alguien
como Bagger Vance que nos fuera de ayuda».

Deseo proponer esta historia por dos motivos: el primero es que en la
persona de Bagger Vance se encuentran una actitud y comportamientos
educativos interesantes que vale la pena explorar; el segundo es la buena
noticia de que esta actitud y estos comportamientos no son sólo leyenda;
los podemos sintetizar, formalizar y visualizar en las tareas de una figura
profesional actual, el coach, que utiliza instrumentos de
increíble eficacia aplicados a un camino educativo.

En síntesis, ésta es la historia: Junho (Matt Damon), extraordinario
jugador de golf, vuelve a casa desgastado por la experiencia de la guerra,
no es el mismo. No participa en la vida social, deja de lado las relaciones
anteriores, no trabaja ni se dedica a su antiguo deporte. Llamado a una
competición para rescatar a su pueblo de origen de la miseria, intenta
recuperar su habilidad como golfista pero sin éxito. Ya no es capaz de
golpear la bola, «ha perdido su swing». Justo mientras intenta recuperar
sin convicción lo que ha perdido, aparece en su vida Bagger Vance (Will
Smith), personaje misterioso y alegre al mismo tiempo, que con pocas
palabras se gana su confianza y se convierte en su caddie. Con la
ayuda del caddie, Junho encontrará su swing, su identidad de
golfista, y vencerá la competición regresando renovado a su vida cotidiana.
Después del shock de la guerra, necesitaba realmente ser reeducado a la
existencia, y Bagger Vance es un educador en el sentido original de la
palabra: el que ayuda al otro a sacar de sí eso que ya estaba en sí y que
solo él podía sacar fuera (de e-ducere, sacar fuera).

El rol de Bagger Vance

¿Cuáles son los comportamientos de Bagger Vance que favorecen esta e-ducación? Vemos que acompaña a Junho en el campo, camina con él,
lo ayuda a ver la realidad: la realidad del campo y de lo que hay
alrededor. Le insta a observar a los demás, a los que consiguen tirar, a
ponerse en contacto con la realidad desde el interior, mirarla por lo que
es, no de forma rápida y superficial, y mirarse a sí mismo desde ella. Le
pone frente a sus decisiones, le proyecta en las posibles consecuencias de
sus acciones superando la inacción generada por el miedo y los fantasmas
del pasado. Bagger Vance no le explica cómo debe hacerlo. Le sugiere a
quién y qué mirar pero no le orienta en una dirección concreta. En un
momento clave del juego, cuando Junho le pregunta qué palo debería
utilizar, no se lo dice; le deja decidir a él.

Hay una actitud esencial, intrínseca a estos comportamientos: la total
confianza en el hecho de que Junho pueda vencer. Junho está bloqueado con
sus capacidades, pero el verdadero bloqueo está en la voluntad: ya no cree
en sí mismo. Y, sin embargo, ahí está Bagger Vance que cree profundamente
en él; cree tanto en él que no le dice nunca cómo debería golpear la
pelota, cómo perfeccionar sus golpes, porque supondría decirle cómo lo
haría él mismo. Bagger Vance sabe que Junho tiene un estilo único,
personal, y es ese estilo, ese swing el que hay que encontrar de nuevo.
Sería inútil aplicar otros: debe sacar de dentro el suyo y sólo él puede
hacerlo. No tiene miedo a que Junho no lo consiga y no teme sus errores;
está convencido de que él encontrará su swing en el momento en el que
decidida buscarlo seriamente; lo haráá y esto le permitirá superar
cualquier error que pudiera haber cometido. Se fía de él y se lo demuestra
con su comportamiento. Y Junho lo consigue.

El rol del coach

Éste es el segundo motivo por el que propongo la historia: Bagger Vance no
es sólo una leyenda. Bagger Vance representa con fuerza la figura
profesional del coach y algunas de sus competencias. Un coach es, de hecho, el que ayuda a otro a alcanzar sus objetivos.
Esta profesión nace en el ámbito deportivo pero se amplia después a
cualquier ámbito existencial en el que se manifiesta las exigencias de un
mayor desarrollo y potencialidad personal. Una relación de coaching consiste en una serie de encuentros de diálogos en el que
el coach hace preguntas al coachee acerca de su voluntad
y energía, su mundo de valores y de significados, para ayudarle a entender
lo que realmente quiere, para entrar en los propios deseos sin miedos,
entender cuáles son los posibles obstáculos, riesgos y consecuencias de las
propias decisiones. El coach es una especie de sonda del deseo y
un generador de conocimiento. Su rol es precisamente el de ayudar
a el coachee a sacar de sí mismo su auténtico deseo, el swing a menudo engañoso o enmascarado que le permitirá encontrar
la energía para dar un paso difícil, afrontar un cambio, modificar un
aspecto de su vida. Los grandes maestros del coaching, tienen
mucho que enseñar a padres y educadores sobre la fuerza del ser humano y
sus recursos íntimos y profundos, los miedos escondidos y los bloqueos
intimidantes que, a menudo, ya a temprana edad, entorpecen a los jóvenes y
les hacen inseguros y temerosos. Cada coach profesional sabe que
la primera tarea que hay que realizar para que una persona pueda cumplir su
objetivo, es la comunicación de su total confianza hacia ella. Se
trata de la confianza en el hecho de que la persona humana tiene recursos y
capacidades notables respecto a la propia realización y a las formas de
conseguirla; y a la vez no la obtiene nunca sola, sino siempre en una
relación «feliz» con una persona que cree en ella y lo manifiesta. Una de
las manifestaciones quizá más evidentes de esta confianza es el instrumento
utilizado en el coaching de las preguntas «de gran potencial», es
decir, las preguntas que abren amplios espacios de reflexión en la
conciencia. Se trata de una forma de preguntar abierta, no orientada a una
respuesta concreta y sin entrar en el mérito de los contenidos: ¿Qué
piensas de…? ¿Cuál es tu deseo más fuerte respecto a…? ¿Cómo te
comportarías si…? ¿Qué esperas que suceda cuando…? ¿Como te
comportarías si…? En pocas palabras: el coach no dice qué hacer,
no ofrece soluciones; escucha atentamente, deja espacio a los silencios y
al fluir del pensamiento acompañándolo así a explorar el propio mundo y a
encontrar las respuestas en la persona. Después, está el acompañamiento a
la acción verdadera y propia; y entonces las preguntas serían: ¿Qué harás
cuando…? ¿Cuál será el primer paso para…? ¿Cuándo piensas definir…?
Todas son preguntas que ayudan a proyectarse en la realidad, a visualizar
el momento de la acción, a convertir el deseo en acto. El arte de la
pregunta es antiguo; Sócrates era un maestro. La mayéutica socrática estaba
dirigida al pensamiento. El coaching es una mayéutica del deseo. Y
a través de la revelación del deseo, la persona se desvela a sí misma,
convierte el deseo en acto, llega a ser ella misma. El coach no se
limita a preguntar: abre horizontes, ofrece sus ideas con feedback
, pero su estilo es siempre como el de Bagger Vance: siempre pone la pelota
en la mano a su coachee. El coach es por lo tanto, una
presencia que acompaña en el recorrido, su neutralidad no es indiferencia,
sino una presencia que deja emerger siempre el pensamiento y la voluntad
del coachee.

En un programa educativo completo son necesarios muchos momentos de
confrontar pareceres, de enseñanza, de transmisión de experiencias y de
consejos. El enfoque del coaching es sólo uno de los aspectos del
itinerario. Sin embargo, el estilo del coach, que favorece la
apertura y la acogida a la voluntad del otro, comunica confianza y es la
clave para educar, para reforzar la identidad de la persona promoviendo la
libertad y la responsabilidad. Poner en práctica este enfoque no es siempre
fácil, y el mundo del coaching puede proporcionar muchos
instrumentos para aquellos que quieran profundizar.

(*) Federica Bergamino es profesora de Antropología filosófica. Es una coach profesional

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