En el imaginario común, la soledad es un sustantivo utilizado en un sentido negativo. De hecho, representa un estado de profundo malestar y aislamiento que cada uno de nosotros ha experimentado alguna vez durante su vida. Pero, ¿qué sucede cuando uno se aísla por elección propia?

La soledad digital

Ahora el mundo está tan saturado de conexiones y vínculos que hacen casi absurdo pensar que pueda existir una situación crónica de soledad. Sin embargo, desde hace más de cinco años, la tendencia está en constante aumento precisamente debido a la hiperconexión que no sólo no ha ayudado a algunos sujetos «frágiles» a salir de su propio aislamiento, sino que ha dado lugar a una nueva “enfermedad” ide nuestros días: la soledad digital.

Es realmente extraño pensar en la paradoja que se ha creado en las últimas dos décadas; estamos en la era de la comunicación, ¿y aún así hablamos de soledad? ¿Cómo es posible?

Solos, pero conectados

¿Quién no ha vivido recientemente una experiencia de interacción social (cena con amigos o familia, té en el salón, paseo en el parque con amigos, etc.) en la que uno o más presentes no hayan sido absorbidos por la necesidad de hacer un swipe en su teléfono para responder a un mensaje instantáneo, desplazarse por la página de inicio de Facebook e Instagram sin motivo aparente, desconectándose paradójicamente de los demás presentes? Esto sucede porque ahora la curiosidad por aquello que leemos , se ha convertido en un verdadero automatismo.

Sobre la elección de querer permanecer aislados, Digital Information World ha llevado a cabo una investigación sobre el estilo de vida de los estadounidenses y cómo tienden a emplear su tiempo. Desafortunadamente, los resultados no son alentadores.

El informe muestra que los veinteañeros pasan casi 4,5 horas al día solos. Las personas que han superado los treinta años, por otro lado, pasan aproximadamente la misma cantidad de tiempo al día en completa soledad, alrededor de 6 horas las dedican al trabajo y a los colegas, y el resto del tiempo con sus hijos o con sus parejas. Las personas que han superado los 40 años pasan poco más de 3 horas al día con sus hijos y/o pareja dedicando su tiempo a todo lo demás. La ecuación tiende a cambiar significativamente para las personas que han superado los 55 años, ya que a estas edades tienden a pasar la mayor parte del tiempo solos o con su pareja, dando por sentado que, con hijos ya adultos, los hábitos son totalmente diferentes a los de las generaciones anteriores.

Del estudio anteriormente resumido, el dato más preocupante de todos es el tiempo que cada uno de nosotros «dedica» a la soledad. Es evidente que preferimos estar solos que compartir sin el uso de las modernas plataformas digitales.

Y si…

La pandemia de los últimos años ha demostrado cómo la tecnología puede ser una herramienta formidable. Basta pensar en cómo las diversas plataformas de reuniones y las redes sociales han permitido a todas las personas obligadas a quedarse en casa durante el encierro mantenerse conectadas con sus seres queridos estables, lamentablemente distantes, entretenerse donde los días parecían ser rutinarios e interminables, simplemente conectando personas y fomentando el apoyo mutuo para superar ese momento difícil de la historia.

Desafortunadamente, sin embargo, la evolución digital también trae consigo malas enseñanzas y modas que gradualmente están llevando a las generaciones actuales y futuras a adoptar un estilo de vida centrado en la necesidad de escapar y no aceptar un mundo real por causa de un mundo secundario, compartido y accesible para todos. En resumen, se vive una vida privada en modo «compartido» (compartiendo reflexiones personales, miedos, pero también fragmentos de la vida cotidiana y familiar), lo que está disminuyendo la necesidad de crear interacciones reales entre los usuarios. Una primera reflexión podría derivar de una evaluación sincera de cómo nuestro estilo de vida está influenciado por el uso excesivo de las plataformas tecnológicas modernas y de cómo, últimamente, la sociedad digital está abriendo aún más las puertas a un «multiverso»: una copia del mundo real donde cada uno podrá crear su propia versión personalizada de sí mismo, tanto física como mentalmente. Para acceder a ella, según los expertos, se requerirá un casco digital y una conexión de alta velocidad. Pero, ¿es este realmente nuestro futuro? ¿Debemos esperar corazones virtuales con sentimientos artificiales en lugar de los reales? El hombre, con sus dudas, sus miedos, pero también con sus sueños, debe volver al centro de todo para que la tecnología no sea el fin, sino el medio.

Previous

LA MUJER Y LA IGLESIA: LA PROFECÍA DE ALBERIONE SE CUMPLE HOY

Next

La familia, primer y principal testigo de la fe cristiana

Check Also