¿Cómo podemos enseñar a los jóvenes la responsabilidad y el sacrificio? ¿Cómo ayudarles a ser autónomos, a perseguir un objetivo, a comprometerse a algo de forma duradera? Con demasiada frecuencia, se piensa que querer a un hijo significa allanarle el camino, hacerle la vida lo más fácil posible. Un padre tiene el deber de ayudar y apoyar, pero esto no significa que tenga derecho a «sustituir» a su hijo.

Pienso en esa madre que no le pide ayuda a su hijo, ya veinteañero, ni siquiera para que le lleve una garrafa de agua, para que no se canse y contemporáneamente sigue haciéndole la cama, limpiándole la habitación o haciéndole la comida. Pienso también en ese padre que ve a su hijo inconcluyente, porque no estudia, no trabaja (o si trabaja despilfarra lo que gana), y sin embargo le sigue manteniendo, poniendo dinero a su cuenta, sin ayudarle a crecer.

La responsabilidad de los padres en la educación de los propios hijos

¿Qué se comunica a los niños cuando se les libera de todas las cargas? ¿Qué consecuencias tiene en su visión de la vida que se les sirva todo en bandeja de plata? Cuando se trata a los niños como ‘incapaces de esforzarse’ – aunque no lo sean – se les transmite un mensaje equivocado, esto es: «Puedes estar tranquilo, siempre habrá alguien que te mantenga».

Por el contrario, es primordial estimular a los niños, que prueben a valerse por sí mismos y ayudarles a desarrollar su autonomía. Un viejo refrán dice: «Un año más siempre trae unos cuantos logros más, pero también conlleva unas cuantas responsabilidades más”. Las nuevas libertades deben ir acompañadas de nuevas obligaciones. Si sólo crece la libertad para disfrutar de nuevas experiencias, sin que también crezca la responsabilidad, uno seguirá siendo un niño haciendo, eso sí, «cosas de mayores». 

Una ayuda para fomentar la responsabilidad en los niños puede ser encontrar un trabajo de verano o por las tardes, respetando los horarios y deberes escolares. Muchos se oponen a ello porque piensan que los jóvenes tienen derecho a “disfrutar de la vida”. Sin embargo, dedicarse a algo útil para otra persona ayuda ante todo a descentrarse de uno mismo, a conocer los propios dones, a comprender cómo poner en práctica los propios talentos. Cuanto antes aprendan a comprometerse, antes serán capaces de edificar su vida de forma provechosa.

Enseñemos a nuestros hijos el valor del trabajo duro

Los niños deben aprender que el estrés forma parte de la vida: no se puede eliminar por completo, sino que hay que aprender a gestionarlo. Desempeñar algún trabajo significa ganar confianza, aprender a conversar y a tratar con personas diferentes, incluso mayores. Trabajar, esforzarse, dedicar tiempo a una actividad productiva también enseña al niño el valor del dinero y de las cosas que tiene.

El joven comprende que para pagarse un aperitivo, una cena, una moto o un celular hay que trabajar muchas horas. ¿Y no es esto un valor añadido para su educación? ¿No es una lección de vida esencial? Uno piensa que está ayudando a los jóvenes al permitirles vivir según una mentalidad hedonista. Sin embargo, se ha visto que a medida que los jóvenes se implican menos en la sociedad a través del trabajo, los problemas de salud mental se vuelven mucho más frecuentes.

Conclusión: un médico compasivo no siempre es bueno para sus pacientes

Los padres que temen la fatiga y el trabajo para sus hijos deberían pensar que la responsabilidad es gratificación: todos necesitamos ser útiles para sentirnos realizados, y sin capacidad de sacrificio no se puede alcanzar ningún objetivo perdurable en la vida. No les hacemos ningún bien si nos ponemos en su lugar para evitarles el sufrimiento: al contrario, alimentamos su malestar interior y un profundo sentido de frustración.

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