El periodismo es, o debería ser, sinónimo de información, e informar significa permitir que los demás accedan fácilmente a noticias que les sean útiles o relevantes para el contexto social en el que viven.

Una característica del periodismo que mucha gente percibe es la constante oferta de «malas noticias». “Good news, no news” parece ser el lema de muchos responsables de prensa o de los medios de comunicación en general.

Comunicar exclusivamente -o casi exclusivamente- malas noticias puede provocar problemas desde el punto de vista psicológico de quien las lee, pero también desde el punto de vista de la calidad de la información: sobre todo, puede crear una distorsión de la realidad en el lector, a quien se puede hacer creer que en el mundo sólo pasan cosas horribles, olvidando, en cambio, tantas realidades positivas que no se cuentan ni se recuerdan.

Además, puede llevar a acentuar los sentimientos negativos y conducir a muchos al derrotismo. En otras palabras, leer y escuchar en el telediario o en las páginas de los periódicos sólo malas noticias, puede llevar a largo plazo a agotar la esperanza y la proactividad de muchos. Para hacer el bien y esforzarnos por ello es necesario que creamos que ‘no todo es inútil’.

El equilibrio del periodista: tres consejos para el buen criterio.

Por tanto, si somos periodistas, ¿qué tenemos que hacer para encontrar el equilibrio?, ¿no es cierto que el periodismo debe ser realista?, ¿no tiene que comunicar las malas noticias?

Claramente, no puede ser así: no vivimos en un mundo de cuento de hadas, el mal existe, y los ciudadanos tienen derecho a saber lo que ocurre a su alrededor. No obstante, nos gustaría ofrecer a continuación tres sugerencias para decir la verdad, sin edulcorarla, y salvaguardar al mismo tiempo la confianza -en la vida y en el prójimo- de sus lectores.

 1) Equilibrar lo más posible las buenas y malas noticias en el propio canal de información.

Por ejemplo, si hay que dar la noticia de un terremoto o de una catástrofe natural, es correcto indicar el número de víctimas y recordarlas; pero, al mismo tiempo, es bueno buscar también noticias sobre los gestos de solidaridad que surgen, historias de personas dispuestas a abrir sus casas para ayudar, el número de efectivos que han hecho todo lo posible por ayudar y, si los hay, incluso después de un tiempo, testimonios de personas que han vuelto a encontrar su propio espacio tras la catástrofe, una dimensión nueva y propia, volviéndose más fuertes que antes.

Si hay que informar de un accidente de avión, que se informe también del número de vuelos en un día en todo el mundo, para demostrar que, aunque ocurran accidentes, la ciencia y la tecnología siempre avanzan. No se trata de menospreciar el hecho, al que hay que dar la debida importancia, sino de ofrecer una imagen objetiva, para que el usuario de la información no viva atemorizado.

2) Comunicar situaciones en las que de un mal se ha originado un bien.

Pongamos un ejemplo: tenemos que dar la noticia de la muerte prematura de un niño o una niña. Ciertamente, es un deber dar a conocer el fallecimiento de esa persona, que merece ser manifestada y recordada. Al mismo tiempo, igualmente, podríamos buscar y contar historias en las que una situación dolorosa (como la pérdida de un hijo) se ha transformado en una oportunidad para hacer el bien, para ayudar, para cuestionarse sobre el sentido de la vida y el «después». Incluso noticias aparentemente sin importancia merecen un espacio en el panorama informativo, porque pueden ser un estímulo, una ayuda, una inspiración para muchos otros en situaciones similares.

3) Utilizar los medios de comunicación para dar a conocer las numerosas realidades de solidaridad y ayuda presentes en la sociedad, a veces desconocidas.

Pongamos algunos ejemplos: ¿Tenemos que informar sobre la violencia y los malos tratos? Al mismo tiempo, en el mismo periódico, intentemos hablar de realidades positivas, quizá geográficamente cercanas a los lectores a los que nos dirigimos, que luchan contra todo esto: centros de ayuda provida, centros contra la violencia hacia mujeres y niños, lugares de promoción para discapacitados, centros de rehabilitación de adictos o de ayuda a inmigrantes, hogares familiares; instituciones eclesiásticas que acogen y apoyan dificultades de diversa índole.

En el mundo hay muchas situaciones positivas y, sobre todo, muchas personas de buena voluntad que cada día ponen su tiempo y su profesionalidad al servicio de los demás. Dar a conocer el bien que emana en nuestras comunidades es el deber de un buen periodista: aumentará la confianza en la humanidad y motivará a muchos otros al mismo compromiso con el bien.

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