Las series de televisión para adolescentes: ayer, hoy y mañana.

Una vez, hace mucho tiempo, retransmitían Happy Days: la serie se
estrenó en los Estados Unidos en 1974, pero hablaba de los años 50, vistos
como un legado feliz de un pasado cercano; hablaba de una época en la que
la discusión entre padre e hijo nunca se convertía en disputa, en la que se
buscaba el amor, ese que duraba toda la vida, y en la que la amistad era un
valor inviolable y sin ambigüedades. La simpatía de los personajes y el
final feliz con el que terminaba cada episodio eran la expresión de una
sociedad orgullosa de sí misma, que pensaba en positivo y planificaba un
futuro donde la familia jugaba un papel clave. En los últimos episodios de
esta saga pluridecenal, los personajes adolescentes que se habían hecho
adultos sellaban su cambio de estado con dos eventos bien definidos, uno
público y otro más relacionado con la esfera privada: el servicio militar y
el matrimonio.

A finales de los años 90, el desafío de los movimientos juveniles y la
revolución sexual esbozaron un nuevo tipo de adolescente mucho más libre,
independiente de las referencias normativas que pudieran derivarse de la
familia y de la sociedad. Es entonces cuando las series Dawson Creek (1998) y The O.C. (2003) se convierten en
los cimientos de lo que se ha denominado la edad de oro delteen drama (en compañía de One Tree Hill,Everwood, Beverly Hills 90210, Joan of Arcadia, High School Musical y muchos otros)

Dawson Crece ha caracterizado de forma particular este período: se
representan las dificultades de los adolescentes en el proceso de
crecimiento y maduración, mientras tratan confusamente de dar sentido a esa
libertad que han conquistado y que exige a la vez un compromiso.

Mientras tanto, en Italia, durante esos años se imitaban los formatos
españoles y se hacían intentos por mostrar una gran familia alargada o una
no-familia con Los Cesaroni y Un médico en familia, donde
el abuelo Libero tenía que cuidar de 3 jóvenes el sólo. En estas series se
reflejaba la propagación de la convivencia y la precocidad de las primeras
experiencias sexuales.

Llegamos así a los años más recientes: después del período de la orgullosa
construcción de una sociedad sólida, que ve en la familia su piedra
angular, y después de la larga temporada de transición caracterizada por
una dolorosa incertidumbre a lo Dawson crece, se llega a la época
actual, la de la consolidación.

La serie más representativa de esta nueva fase es Glee, que puede
ser considerada como la expresión madura de una sociedad post-cristiana
fundada en el individualismo. Tras el enorme éxito obtenido en América y en
todo el mundo, Glee se ha emitido en la televisión italiana
primero en el canal Fox y luego en Italia 1 (la tercera temporada se espera
para el 2012); aparentemente se presenta de forma bastante agradable
gracias a su estructura, similar a un musical. Pero también es la serie más
ideológicamente explícita en la introducción de un nuevo modelo de
antropología individualista.

Los protagonistas de Glee son un grupo de muchachos de instituto,
a los que sus compañeros consideran perdedores por diversas razones, y que
encuentran un elemento de cohesión y una razón para luchar y ser ellos
mismos en el «Club Glee», el grupo de canto de la escuela dirigido por un
joven profesor de español.

Glee
crea, episodio tras episodio, una nueva tabla de valores. La ley principal
que rige el comportamiento de cada uno es «la auto-realización» y bajo esta
perspectiva no sólo se pide el máximo respeto por las propias decisiones,
sino que además la serie cultiva la ilusión de que cualquier elección es
legítima, completamente indiferente, sin consecuencias; falta la búsqueda
de valores que se pueden compartir, ya que no existen. La serie presta
mucha atención hacia los menos afortunados (uno de los protagonistas está
en una silla de ruedas y otro tiene síndrome de Down) y hacia ellos muestra
respeto en lugar de amor.

La homosexualidad (tema ampliamente desarrollado en la serie, probablemente
porque el autor es abiertamente homosexual) se presenta como una elección
individual libre e indiferente; el momento adecuado para decidir es
precisamente el más delicado, la adolescencia, donde cada uno debe entender
cual es su «vocación». Es inútil añadir que, de acuerdo con este enfoque,
la sexualidad se concibe como una forma de expresión en sí misma, separada
de cualquier función procreadora y de cualquier tipo de estabilidad. En un
episodio dedicado íntegramente a este tema (el número 15 de la segunda
temporada) la suplente Holly, que organiza un curso de educación sexual
para los chicos, dictamina que «hablar de castidad a los jóvenes es como
proponer una dieta vegetariana a los leones».

Entre las cosas que la serie expone de modo negativo se encuentra la fe
religiosa. El episodio 3 de la segunda temporada, dedicado a este tema,
concluye con la observación de Kurt (el protagonista homosexual) que afirma
que es mejor hipotizar que Dios no existe, ya que, si existiera, deberíamos
pensar que se trata de un ser muy cruel.

En conclusión, el panorama que ofrece Glee, a pesar de su
superficie cantarina, es muy triste: estos adolescentes en el esfuerzo por
realizarse a sí mismos se basan en criterios personales autónomos, no
tienen la humildad de escuchar y de confrontarse con el mundo exterior, les
falta la honestidad de reconocer sus errores y el impulso para tratar de
mejorar.

La nueva temporada televisiva se caracteriza por la emisión en Rai 1 del
tercer año de Tutti pazzi per amore, otra serie italiana que se ha
ganado una cierta simpatía por parte del público; también ha sido comparada
con Glee, porque los personajes cantan en dúo canciones famosas y
porque adopta un estilo muy personal al tratar temas sensibles y delicados
con un tono ligero y alegre. Inicialmente nació como una serie «familiar»
del tipo Médico de familia, pero con la intención declarada de
destruir el concepto de familia. Pasado el tiempo la serie se ha
caracterizado cada vez más como una variación infinita del tema de la
comedia romántica americana (de la que copia a menudo historias y
situaciones) que se narra en torno a los dos protagonistas adultos
(¿adultos?) y a un grupo de adolescentes que tienen en común su inevitable
rendición ante el poder de Cupido.

Si se confirman las tendencias de las dos últimas temporadas de la serie,
el amor quedará consagrado, según muestra el título, como algo que es
esencialmente un impulso ciego y donde la voluntad no tiene ningún papel.
De hecho, frente a los dilemas sentimentales (que a menudo se reducen a
cuestiones de sexo tratadas con una cierta tendencia a la vulgaridad
absurda) los adultos renuncian al papel educativo y de autoridad y
confirman su equivalencia ante la inevitable confusión de los sentimientos.
El amor desbordante, pero a menudo auto-referencial y narcisista, que no
puede ni debe hacer distinción de edad o sexo (la normalización de la
homosexualidad es explícita) se aprovecha de las grandes narraciones de la
tradición romántica del amor omnia vincit, pero luego las
traiciona en beneficio del consumismo replicable del sentimentalismo
contemporáneo.

Tutti pazzi per amore
es interesante porque pone de relieve la otra cara de la moneda de esa
sociedad individualista, patrocinada por las nuevas series: los
protagonistas, absolutamente libres de cualquier vínculo o imposición
externa, acaban convirtiéndose en esclavos de una forma de amor que no es
amor sino que es sólo pura fuerza instintiva, declarada como incontrolable.

Reseñas de series de TV disponibles en www.familycinematv.it

Dawson Crece (Paolo Braga)

High Scool Musical (Francesca D’Angelo)

Everwood (Paolo Braga)

One Tree Hills (Paolo Braga)

Joan of Arcadia (Paol Braga)

Non smettere di sognare (Franco Olearo)

Glee 2 (Franco Olearo)

Liceali 3 (Franco Olearo)

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