Imaginen un hospital un poco retirado del centro de una ciudad donde unos
chicos están obligados a vivir durante meses o años por motivos diferentes.

Cáncer, coma, anorexia, dificultades cardíacas, lesiones de accidentes.
Imagínenlos encerrados en esas paredes, día tras día, inmersos en el olor a
medicamentos y rodeados de aparatos, maquinarias, las caras afligidas de
otros pacientes y las angustiadas de los parientes.

Imaginen a estos chicos entre 8 y 18 años que pasan sus vidas desplazándose
de una cama a una silla de ruedas, de un quirófano a un departamento del
hospital; en vez de ir a la escuela, jugar o bañarse en el mar. Imagínenlos
luchando por sus vidas cuando sólo tendrían que abrir de par en par sus
brazos al futuro que los espera.

Ahora, sin embargo, figúrense a estos niños hablando, riéndose y llorando
juntos, juntos en sus aflicciones.

Imagínenlos mientras se confían sus miedos justo antes de una operación,
abrazarse tras recibir una buena noticia, animándose el uno con el otro
cuando alguien se enfrenta a un nuevo calvario. Imaginen a estos chicos
cada uno apartándose un poco de su propio dolor para hacerse cargo también
del dolor de los otros.

Imaginen que estos chicos hayan creado una verdadera pandilla de amigos a
la que se accede llevando en la muñeca un lazo rojo, un trozo de plástico
que indicaría sólo que quien lo lleva ha tenido una operación, si ellos en
cambio no lo hubiesen convertido en un símbolo de coraje, confianza,
lealtad, algo que compartir.

En otras palabras, imaginen, que un lazo de plástico puesto en la muñeca de
un enfermo pueda convertirse, gracias a la imaginación y a las ganas de
vivir, en una pulsera roja.

Si se han cansado de imaginar, están listos para empezar a ver Braccialetti rossi (Pulseras rojas), la serie que ha llevado a la
pantalla grande lo que aquí se ha comentado en pocas líneas.

Braccialetti rossi
es una serie de televisión italiana, una versión de la catalana Polseres vermelles, inspirada en la historia verdadera del
escritor español Albert Espinosa quien, después de diez años afligido por
un cáncer, sanó y pudo contar su experiencia en un libro.

La serie ha tenido dos temporadas: la primera de 6 capítulos se ha emitido
desde el 26 de enero hasta el 2 de marzo de 2014. La segunda, de 5
capítulos, ha sido transmitida entre el 15 de febrero y el 15 de marzo de
2015. La productora está pensando también en una tercera temporada con 6
nuevos capítulos: las grabaciones empezarán en el verano de 2015. Junto a
la noticia de la tercera temporada, también ha sido confirmada la
producción de la cuarta que saldrá en 2017.

En la serie se trata del amor humano, con todas sus imperfecciones. También
en Braccialetti rossi a veces prevalecen orgullo, rabia,
presunción, volubilidad, victimismo. Pueden haber peleas improvisas y
alejamientos extemporáneos; no siempre domina la confianza en el otro, a
veces falta una comprensión mutua y auténtica. Y pasa también que la
cercanía con los demás no sea suficiente como para aplacar la
desesperación.

También en las vicisitudes de relaciones afectivas y amorosas que se
representan a veces hay algunas faltas: esas relaciones aparecen un tanto
inestables, inmaduras, sujetas a los humores y al egoísmo.

Sin embargo, sorprende cómo la unidad al final siempre gane sobre la
división, la amistad sobre la discordia, la voluntad de luchar juntos sobre
la tentación al aislamiento, al ensimismamiento del dolor.

«Es más fuerte el amor que la muerte», «Ganar siempre vale la pena», «El
dolor hace crecer», «Un peso se hace más llevadero si es compartido», «La
unión hace la fuerza». Podríamos seguir al infinito con frases que para
algunos sólo son frases hechas, pensadas para edulcorar aflicciones
inconsolables, pero que en Braccialetti rossi parecen verdades tan
reales y tangibles que, como mínimo, nos obligan a reflexionar.

¿Ingenuidad? ¿Hipocresía? ¿Qué se esconde detrás de la obstinada búsqueda
de amor, detrás de las ganas de compartir y de las ilusiones de los que
viven en el sufrimiento?

Una posible respuesta nos la proporcionan aquellos que suelen definirse a
sí mismos como «desengañados»: «Cuando siente que lo está perdiendo todo,
el ser humano necesita aferrarse a algo. He aquí la razón por la que nos
inventamos la solidaridad, la vida ultraterrenal, la amistad que hace que
superemos los obstáculos».

Esta serie exitosa, en cambio, parece proporcionarnos otra respuesta. O tal
vez, más que darnos una respuesta, nos invita a plantearnos una pregunta:
¿Y si fuera exactamente al contrario?

¿Y si el hombre estuviera hecho para el amor, la solidaridad, la entrega de
sí, la verdadera amistad, y que las «situaciones más extremas» le sirven
nada más y nada menos que para acordarse de ello? ¿Y si el dolor no fuese
la musa inspiradora de los desengaños, sino más bien una brújula que nos
indica el norte de lo que vale de verdad y de lo que lleva el hombre a
comprender lo esencial precisamente cuando todo el resto ya parece
desvanecerse?

Así pues, a mi juicio el secreto del éxito de Braccialetti rossi
está en el hecho de que se trata de un himno a la vida bien logrado; a la
vida a toda costa, a la vida desde el principio hasta el final, pero sobre
todo, un himno a la vida vivida en comunión con los demás.

«¿Sabes qué? Un poco los envidio. Están mal, pero están juntos. Se quieren.
Gracias a esta serie comprendí que más vale sufrir juntos que estar con
salud pero vivir sin amor, en la soledad más aterradora» (cit. Federica,
una fan de Braccialetti rossi).

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