Cuando salió Maléfica (película Disney de 2014, dirigida por
Robert Stromberg), algunos plantearon que el beso con el que Maléfica
despertaba a la princesa Aurora -caída en un sueño perenne después de
haberse pinchado con la aguja de una rueca embrujada – era un signo de
apertura del director al mundo LGBT, un gesto para promover como “verdadero
amor” el de dos mujeres, en este caso la histórica antagonista – aquí
redimida – de La Bella Durmiente del bosque, y la princesa Aurora.

Esta tesis, que criticamos en nuestra

recensión

– donde demostrábamos que el amor propuesto era de tipo materno/filial, no
lésbico – ha quedado definitivamente desmentida por la secuela de Maléfica (Maléfica 2: Maestra del mal) dirigida
por Joachim Rønning, 2019, cuya protagonista es interpretada una vez más
por Angelina Jolie.

Una historia de amor «clásica»

La historia comienza con la propuesta de matrimonio que el Príncipe Felipe
hace a la bella Aurora, convertida en Reina del brezal de Maléfica. Felipe,
el amor de siempre de Aurora en el cuento de hadas La Bella Durmiente del bosque, es aquí presentado como heredero al
trono del reino de Ulstead.

Se intuye enseguida que los dos jóvenes están unidos por sentimientos
genuinos, sinceros: se proponen coronar su sueño de amor y unir los dos
reinos, para garantizar a todos un futuro de paz.

Lástima que las familias obstaculicen este proyecto: la Reina Ingrith de
Ulstead, madre del Príncipe Felipe, y Maléfica, el Hada Madrina defensora
de Aurora, cuya fama de “villana” no ha menguado, a pesar de que ha dejado
de cometer maldades. Maléfica, resentida por las malas lenguas, no quiere
tener nada que ver con los parientes de Felipe, ni con los humanos en
general.

Un film de fantasía no demasiado “fantástico”

A pesar de tratarse de un film de fantasía, pone en evidencia con gran
realismo las dinámicas de los desacuerdos que nacen cada día en el mundo,
entre las familias, los pueblos, las personas.

¡Cuántas veces los más hermosos proyectos resultan obstaculizados por la
codicia, la envidia, el egoísmo personal! ¡Cuántas veces el orgullo, la
soberbia, el rencor, impiden ocuparse de la felicidad de los que amamos y
vivir en paz… !

El autor del film arroja luz precisamente sobre esta cuestión. Durante la
cena en la que se hacen las presentaciones entre las familias de los
futuros esposos, salen a la superficie todos los resentimientos recónditos.
Justo allí, en el banquete, cuando los dos jóvenes quieren celebrar su
inminente boda, surge un gran conflicto. Maléfica cede a la ira ante las
provocaciones de la reina. Y anuncia que no habrá matrimonio.

En ese momento, el Rey Juan – el padre de Felipe y promotor de la paz entre
los dos reinos – cae en un sueño profundo, como afectado por un sortilegio.
Todos, incluida Aurora, creen que la autora del hechizo es Maléfica, pero,
como el espectador tendrá ocasión de comprobar a lo largo del film, el mal
sabe a menudo cómo disfrazarse. No siempre las cosas son lo que parecen.

Auténticos malvados saben disfrazarse de buenos

La película tiene el mérito de mostrar cómo los verdaderos malvados son a
menudo las personas más insospechadas: los calculadores tranquilos, los
hipócritas que siempre sonríen, y matan sin ni siquiera usar –
aparentemente – la violencia.

Los malos de verdad visten con frecuencia hermosos vestidos y joyas, y no
tienen cuernos como Maléfica. No explotan de rabia cuando son provocados,
sino que actúan en secreto, hasta lograr sus fines. No maltratan; al
contrario, besan y abrazan a troche y moche, para conseguir la estima de
aquellos a los que quieren engañar.

Si Maléfica actúa impulsivamente, otros planifican el mal con gran cuidado,
astutamente.

La guerra nunca es la solución

Sin embargo, también frente a comportamientos tan falsos, la respuesta del
“justo” no puede ser odiar: si el primer mensaje de la película es
desconfiar de las apariencias, el segundo es no ver nunca en la guerra una
solución al mal.

A causa del sortilegio sobre el rey, estalla el caos: tanto las criaturas
del mundo de Maléfica, como los humanos del Reino de Ulstead, están
tentados de resolver el conflicto con la guerra. El film, sin embargo,
muestra en diversas escenas cómo la guerra hace crecer el mal, en lugar de
erradicarlo.

El director es claro, y reitera esta idea de muchos modos: nunca se debe
ceder a la violencia, ni buscar aniquilar al enemigo. La paz es posible
sólo si se renuncia a pagar “con la misma moneda” a quien empezó a hacer
cosas malas.

La venganza, aunque parezca el arma más justa, es en realidad un torbellino
sin salida. No se deberían librar “guerras justas”, simplemente hay que
buscar y hallar alternativas a la guerra.

El odio destruye, el amor construye

Al final de la película, Aurora resume este mensaje, cuando, al ver a
Maléfica cegada por la rabia, decidida a matar a la Reina, la detiene y le
dice: «Te conozco. Tú no eres esta. Existe otro camino…».

En ese momento, la mirada de Maléfica cambia. Se vuelve dulce. Cree en las
palabras de su “hija”, y renuncia a su deseo de venganza. Y, poco después,
en lugar de quitar la vida a la Reina, llegará a dar la suya para salvar a
Aurora.

Es la revolución del amor, la revolución que cambia la historia. Al ofrecer
la vida, en lugar de quitarla, se es víctima sólo en apariencia: en
realidad, uno se convierte en heredero de un mundo nuevo.

Y quien da la vida, como la protagonista del film, no puede ser destruido
por nada, ni siquiera por la muerte. Quien elige el amor, quien elige la
luz, no puede permanecer mucho tiempo en las tinieblas de la muerte.

¿A quién se aconseja la película?

Por sus mensajes, el film es aconsejable para todos los públicos. Sin
embargo, en ciertos aspectos, quizá es más adecuado para un público de
jóvenes y adultos que niños en edad de preescolar. Aunque no hay escenas
cruentas, aparecen algunos “eventos sobrenaturales” que podrían turbar la
sensibilidad de los más pequeños (como el ritual con el que las criaturas
aladas similares a Maléfica acompañan la desaparición de un compañero).
Estos elementos, que podían haberse evitado- y algunas incongruencias en la
narración – son los puntos débiles de un film de gran potencial.

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