Pinocho
¿Es posible? ¿Otra película sobre Pinocho? Ha habido al menos cuarenta
hasta la fecha, empezando por la primera, muda, en 1911.
La versión de Matteo Garrone de 2019 con Roberto Benigni como Geppetto
parecía haber puesto, al menos para nosotros los italianos, una palabra
definitiva, pero ahora Disney+ ofrece su versión live action y computer graphics con un director (Robert Zemeckis)
y un actor (Tom Hanks) de primera clase. Un estreno muy probablemente
apresurado, porque para Navidad llega inmediatamente otro Pinocho, en
Netflix realizado por el director y premio Óscar, Guillermo del Toro.
¿Podrá el público seguir interesándose por esta historia, con la que se nos
“castiga” periódicamente? Además, resulta que el cuento de la marioneta que
se convierte en niño hace tiempo que dejó de ser la lectura favorita de los
niños. Sin embargo, el destino de una novela como Pinocho – ser inmortal-
es el de los grandes clásicos. Por analogía, me vienen a la mente las
novelas de Jane Austen: Cuentan tiempos pasados, en los que las chicas sólo
tenían que aspirar a ser elegidas por un apuesto príncipe azul y a
convertirse en buenas madres de familia; por no hablar de la independencia
laboral, inexistente en esas novelas románticas del pasado. Pero lo
universal estaba en el alma de esas chicas, de esos chicos empeñados en
comprender lo que es el verdadero amor y en descubrir la belleza de vivir
intensamente los afectos familiares y las amistades sinceras.
Pinocho es también un cuento maduro con una gran variedad de elementos
formales, narrativos y de ideas que puede leerse a varios niveles, tanto
por los niños como por los adultos. De hecho, el autor de cada nueva
adaptación propone su propia interpretación personal. La lectura más
acreditada es la de un Pinocho que madura cometiendo errores, siguiendo la
figura de un padre trabajador honrado (Geppetto) y una madre cariñosa
dispuesta a curarle (el Hada de los Cabellos Turquesa) con la ayuda de la
voz de la conciencia y bajo el control constante de la ley (los
Carabinieri). Lo que nos cuenta Collodi está en consonancia con la moral de
la sociedad burguesa e industrial de finales del siglo XIX.
Si la versión de Matteo Garrone de 2019 se ajusta bastante al texto
original, Robert Zemeckis tenía otro objetivo: ser fiel al dibujo animado
de Disney de 1940. Una iniciativa que debe enmarcarse en el proyecto más
amplio de Disney de preservar, mediante versiones con actores en carne y
hueso, los derechos de autor de sus clásicos.
La versión de 1940, ciertamente notable en su momento por los avances
logrados en la animación, ya había depurado todos los aspectos más
violentos del texto original – Pinocho no aplasta al grillo parlante
matándolo, él mismo no es ahorcado – pero sobre todo ya no era un pícaro
travieso sino un niño ingenuo e inexperto en la vida. Esta versión de 2022
es fiel a su modelo hasta el punto de reproducir bastantes de las
secuencias originales e incluso las mismas frases de los protagonistas.
Esta copia, sin embargo, ha empeorado. Hay un problema de ritmo. Toda la
primera parte, la vida de Geppetto dentro de su taller, es innecesariamente
larga y demasiado minuciosa. Los distintos personajes aparecen y luego se
desvanecen sin profundizar: el Hada de los Cabellos Turquesa sólo aparece
al principio, para dar vida a la marioneta; el Gato y el Zorro hacen su
trabajo como estafadores de Pinocho, pero luego no se les vuelve a ver. Los
pasos que se cantan no tienen nada de memorable. Pinocho sólo tiene un
esquema mental que repite obsesivamente: hacer feliz a su padre. Lástima
que siempre se deje engañar. Al menos los aspectos morales se han
conservado con atención: el grillo se convierte en «el ministro del
conocimiento del bien y del mal de Pinocho y su consejero en los momentos
de tentación».
Las pocas variaciones con respecto a la versión de 1940 son: la
intensificación del dolor de Geppetto, que resulta ser un viudo que también
ha perdido a su hijo, y la introducción de una chica del circo que intenta
ayudar al niño de madera contra el villano Mangiafuoco (Comefuego). Para
Pinocho es el descubrimiento de la ternura del afecto, una niña que ha sido
incluida para suplir la falta de figuras femeninas. Solo al final se
vislumbra un cambio sustancial respecto al texto original y a cualquier
versión cinematográfica. Al fin y al cabo, analizando las últimas
producciones de Disney, cabía esperar esto: también en esta obra se presta
especial atención a lo «diferente». Geppetto está agradecido por haber sido
salvado por Pinocho, le quiere por lo que es, no necesita ser transformado
en un niño de carne y hueso. Con esta perspectiva, es muy probable que se
produzca un nuevo sequel.