Puede suceder que una vieja serie de televisión o una película de hace
muchos años, parezca hoy ofensiva.

Ofensiva para las comunidades que luchan por una igualdad que, en algunos
países del mundo, no han logrado todavía plenamente; no se han liberado del
todo de estereotipos que, hasta la precedente generación, servían para
identificar rápidamente una etnia, o para hacer chistes goliardescos y
promover risas fáciles.

El ejemplo más llamativo de caricatura lo ofrece el personaje conocido como Jim Crow. Entre finales del siglo XIX y principios del XX,
un actor blanco estadounidense llamado Thomas Dartmouth Rice utilizaba este
personaje para ridiculizar los rasgos somáticos de la comunidad
afroamericana, dando vida a lo que hoy se conoce como fenómeno de black face. Aunque recibieran muchas críticas,
sobre todo de la comunidad representada, este tipo de «espectáculos» era
muy popular. El impacto mediático de Jim Crow fue tal que la sociedad llamó
a las leyes raciales promulgadas entre 1877 y 1964 » Jim Crow Laws».

Sólo gracias a los movimientos pro derechos civiles de los afroamericanos,
el género perdió interés y popularidad. Sin embargo, el asunto no ha
concluido:

incluso hoy, el fenómeno del black face causa, en algunos,
cierta hilaridad.

¿Cómo reconocer las discriminaciones representadas?

En primer lugar, este tipo de representación se basa en ideas preconcebidas
y en estereotipos negativos, y termina reflejando de manera irreal a la
comunidad en cuestión. Cada una de ellas tiene su propia identidad cultural
e histórica: reducir la esencia de una comunidad, o de un individuo, a una
caricatura, la aleja de una auténtica representación.

El segundo aspecto es el del patrimonio cultural: utilizar hoy el black face, olvidando su historia, es una afirmación
«involuntaria» que minimiza de hecho las heridas causadas a la comunidad
afro.

Cada individuo tiene su propio bagaje emocional personal: un joven
afroamericano, si le increpan con la palabra «negro» (que tiene hoy sólo
una connotación discriminatoria y ofensiva), lo asociará con su pasado,
cualquiera que sea el contexto en el que se utilice, y la intención de
quien usa el término, y provocará una sensación de miedo.

Lo que diferencia a

las generaciones pasadas de las actuales, es principalmente la
sensibilidad con la que se ponen en práctica ciertas representaciones.

La sociedad actual tiene una sensibilidad que ha madurado hasta el punto de
ver a los individuos no como parte de pequeñas clases sociales, sino
englobados en un solo entorno que nos incluye a todos. Por lo tanto, no
podemos «dejar de ver» a algunos individuos, ya que el propio debate social
nos lleva a tener en cuenta las cuestiones éticas.

Críticas y polémicas que generan debates

El impacto mediático del que disfruta hoy una serie de televisión, un
programa audiovisual, lo expone a un juicio global y, en consecuencia, a
percepciones siempre cambiantes. Varias series de televisión de éxito son
acusadas de difundir estereotipos. La serie estadounidense Homeland por ejemplo, fue criticada con fuerza en la web como anti
islámica. Emily in París ha provocado mucha irritación entre los
franceses, que se vieron representados de modo poco realista y
caricaturesco. Se muestra a los franceses como poco dados a madrugar para
ir al trabajo, y resulta redundante el uso del cliché sobre la infidelidad
conyugal. Otro ejemplo que paradójicamente generó más hilaridad que
disgusto, se dio en Corea del Sur: en Vincenzo, un niño de origen
coreano adoptado por una familia italiana se ve envuelto en «típicos»
asuntos mafiosos.

En su momento, este tipo de críticas se cortaron de raíz. La fuerte
ignorancia de la época solía ir acompañada de individuos pretenciosos que
utilizaban investigaciones científicas para respaldar sus ideologías
racistas. Además, la división sistemática entre los distintos grupos
étnicos, basada en supuestas diferencias irreconciliables, impedía
cualquier forma de contacto, tanto comunicativo como empático. Era una
sociedad en la que no existía la «necesidad» de debatir los derechos
civiles, ya que los sujetos no se consideraban iguales.


La situación actual de los medios de comunicación y el panorama
cultural

En comparación con esos tiempos, hemos dado pasos de gigante. Aunque
todavía existen prejuicios y formas de discriminación, el debate social
lleva a preguntarse por los derechos de los demás,

permitiendo así una evolución cultural que antes era inalcanzable.

Esta, acompañada de un mayor nivel de educación, hace posible el
crecimiento de la empatía en cada persona. Los medios de comunicación
ofrecen imágenes de sociedades y realidades en riesgo. Visiones que nos conmueven por el grado de violencia, y
por la evidente desigualdad, hacen imposible no compararlas con otras, y
llevan a elaborar e interiorizar las heridas sufridas.

La crítica resultante se basa más en la comprensión de perspectivas
diferentes a las nuestras y en ponerse en la piel de quienes sufren ciertas
condiciones discriminatorias.


La diferencia generacional radica en las herramientas de que disponemos

para poder compararnos con la sociedad y, especialmente, con aquellos que
no son distintos de nosotros, como querían hacernos creer no hace mucho
tiempo.

La representación de los grupos tiene un enorme peso social y educativo,
por lo que debe entenderse que es igual de importante, y

es esencial hacerlo de modo que el espectador valore una determinada
cultura sin socavar su integridad.

Previous

Signal, ¿una aplicación de mensajería más segura para los usuarios?

Next

Krisenchat: el chat que ofrece apoyo psicológico a niños y adolescentes

Check Also