El vuelo 753 de la Royal Jordanian aterrizó puntualmente en el aeropuerto
de la Reina Alia, en Amman. Como cronista de moda estaría cubriendo una
nota por dos días, lo que me permitiría conocer la ciudad rosa de los
nabateos. Por ser un país con diferentes costumbres e idioma, preferí
alojarme en un hotel 5 estrellas, a diferencia de mis habituales viajes.
Tenía la reserva en el Radisson. Al día siguiente temprano, me pasarían a
buscar para ir a Petra, mi destino final. Apronté la ropa sugerida: de
colores claros, zapato cómodo, sombrero, agua. Respondí y envié varios
mensajes. Puse a cargar el celular y bajé a cenar.

Eran las 7:30 cuando me avisan de recepción que Karim me esperaba abajo.
Debo reconocer que me impactó ese joven de ojos tan claros, largas
pestañas, kufiyya al viento y su chilaba blanca. Debe haber tenido unos 23
años. Hablaba medianamente inglés y francés. Me subí a su jeep donde ya
estaba una pareja de australianos y marchamos.

Todo en Petra es deslumbrante. No se puede contar. Después del Siq, la
fachada del tesoro, y el teatro, seguimos al Monasterio. El calor agobiaba.
Karim nos advirtió:

_ Son 803 escalones. Podemos subir en burro o caminando…

Los australianos prefirieron el burro. Y yo empecé la subida con Karim,
caminando, mientras sonaban los mensajes en mi celular. Los miraba y
seguía. Karim me dijo:

_Madame, ha hecho bien en subir caminando. Esto es como la vida. Puede
vivirla gracias al esfuerzo de otro o hacerlo con esfuerzo propio. Por acá
es más dificultoso, pero al llegar arriba su gozo será un diamante.

_ Cuánto tardaremos Karim? _ le pregunté. Había recibido una llamada de la
agencia de Paris que quería responder, pero no en medio de la escalera.

_Madame, es como la vida… nunca se sabe cuánto nos llevará encontrar la
felicidad verdadera. Dependerá de su esfuerzo en cada escalón.

No me conformó su respuesta. Habríamos andado unos 15 minutos y ya me
quería volver. A unos turistas que bajaban les pregunté:

_ ¿Cuántas escalones faltan? _ sonrieron pero no respondieron. Les pregunté
lo mismo a otro grupo, pero tampoco me contestaron. Mi celular sonaba y
sonaba.

_ Madame, no insista en preguntar, está vedado decirlo. Y más, yo le
aconsejo que apague su móvil. No pasará nada si no responde. Ahora
solamente esfuércese y suba_ y me tendió su mano.

Después supe que no estaba permitido responder. Porque era como anunciar la
llegada a la meta, a lo que estamos buscando. Y faltaban aún muchos
escalones…!!! Tenía razón Karim, esa escalera larga era como la Vida. Nunca
sabemos cuándo sucederá lo que pedimos a Dios. Ni tampoco cuándo lograremos
la paz ni la santidad: es una lucha diaria.

Así, de la mano de Karim, seguí subiendo. Y el jordano de ojos color del
cielo me animaba diciendo:

_ Piense Madame, que cada escalón que sube es un premio acumulado: ser más
generoso, tener paciencia con las faltas ajenas…. y perdonarlas, ponernos
fuertes ante las adversidades, no dejarnos tentar por la riqueza… _ y al
rato seguía_ amar a Dios y seguir su camino, ser prudentes pero audaces,
saber callar, saber esperar sin desesperar, visitar los enfermos… _ y
siguió enumerando sin prisa mientras no soltaba mi mano.

Yo, educada en hogar cristiano, quise agregar algo, recordé algunos de los
dones del Espíritu Santo y acoté:

_ Sabiduría, inteligencia… Mi celular volvió a sonar. Me dio tanto pudor
que lo apagué.

_ Bien Madame, está usted comprendiendo.

Por un rato largo no hablamos. Solamente subíamos. Pensé que nunca
llegaría. Había hecho step en el gimnasio montones de veces, y también
subido las escaleras de mi edificio, pero nunca me había costado tanto. No
obstante, a medida que trepaba, debo confesar que la emoción me invadía: lo
estaba logrando. Después de casi una hora subiendo escaleras estuvimos
arriba. Y fue verdad lo que había dicho Karim: el contento y la calma
inundaban mi alma. Había llegado…!!! Y arrodillados frente al coloso del
Monasterio rezamos a Dios: él como musulmán y yo como una cristiana.

Bebimos unos jugos, tomé varias fotos y comenzó el descenso. Ya Karim no me
dio su mano ni tampoco hablamos. Al llegar abajo me miró y me dijo:

_ Puede ahora prender su celular, y responder mensajes, pero sepa que el
mundo, ha seguido andando…

A la noche, ya en el Radisson, después de darme un baño y concertar algunas
tomas de fotos, recordé al joven jordano de los ojos claros. Cuánto me
había enseñado..!!! El mundo seguía andando, y yo había logrado, no solo
subir, sino también poner algunas cosas en su lugar: mi celular estaba
apagado.

Regresé a Paris. Al día siguiente, al abrir el diario, una noticia me
impacta: “Tres atentados contra hoteles de lujo en Jordania, uno de ellos
el Radisson de Amman, dejan 59 muertos y más de 115 heridos”. En eso el
sonido de un whatsapp.

_ Madame, soy Karim. Yo estoy bien, y usted se ha salvado.

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