Raffaele Simone, Presi nella rete. La mente ai tempi del web,
Garzanti, Milano 2012.

¿Cómo cambia la inteligencia humana en la era de Internet? ¿En qué modo las
pequeñas y grandes pantallas digitales modifican nuestros hábitos de
lectura y escritura, transforman el concepto mismo de texto? A esta y otras
arduas preguntas trata de responder la obra Atrapados en la red. La mente en la era del web, última etapa de
un interesante camino de profundización sobre los efectos cognitivos y
culturales de la revolución digital iniciada hace más de diez años por el
lingüista italiano Raffaele Simone con la publicación de La tercera fase. Formas de saber que estamos perdiendo, libro
editado en español por Taurus en 2001, que alcanzó ya entonces éxito y fue
muy discutido.

El contexto –
La exploración de las nuevas formas de texto, y los otros temas centrales,
parten de un análisis del ambiente que ve con preocupación y desconfianza
el arribo de las tabletas y del smartphone. Simone describe nuestra época
como una mediasfera, un universo poblado de dispositivos
tecnológicos convergentes, móviles y omnipresentes, a los que es casi
imposible sustraerse y que conllevan, intrusiva y prepotentemente,
transformaciones radicales en el plano de la noosfera (nuestra mente) y de
la ecología personal (nuestro espacios vitales). Según el estudioso
italiano, la llegada de la red y de los dispositivos que se conectan con
ella ha producido una extraordinaria exaptation (“ajuste”) de la
especie con la desaparición de funciones y de necesidades inexistentes
previamente, a diferencia de lo que ocurre en la adaptación, en la
cual la función crea el órgano.

Los sentidos y la inteligencia –
Inmerso en este escenario anómico, que lo interpela perentoria e
irresistiblemente, el ser humano experimenta el declinar de formas de
saber, la involución de áreas de su cuerpo, la redefinición jerárquica de
los sentidos debido a una creciente preminencia del oído y de la visión no alfabética, que permiten una percepción de datos numerosos y
simultáneos, que requieren un “bajo grado de gobierno”. La inteligencia
secuencial, que se nutre de libros y escritura y que facilita un modo de
conocimiento de tipo lineal, está abriendo paso –advierte Simone- a una
inteligencia simultánea, en parte más primitiva, favorecida por la difusión
de códigos icónicos, que se caracteriza por una modalidad de conocimiento
donde prevalece la sincronía de los estímulos y de la elaboración y es
origen de fenómenos como el ralentizar de la alfabetización, el
empobrecimiento del lenguaje, la desafección por la lectura y el
debilitamieento de las capacidades mnemotécnicas y de concentración.

Viejas y nuevas formas de texto –

Con el alfabeto –subraya Simone- también “sus principales
materializaciones físicas, el texto y el libro, han dejado gradualmente
de ser el terreno privilegiado sobre el que se aplica la acción del ojo
y han comenzado a perder espacio”. El digital ha transformado el
clásico libro en una entidad distinta, de naturaleza profundamente
social e interactiva, capaza de contener enormes cantidades de datos.
El texto se ha enajenado del tradicional soporte de papel y ha perido
estabilidad, lo que le lleva a disolverse y a declinarse en modos
variados según la tecnología adoptada. Un desarticularse que ha
aflojado su vínculo con el autor, presentándose cada vez más como un
“objeto abierto y penetrable”, con posibilidades indefinidas de
interpolación.

Lectura y escritura –

La introducción y difusión de los ordenadores personales, primero, y
las redes telemáticas, después, han provocado -observa Simone. Cambios
profundos en las prácticas de lectura y escritura, tanto en el plano de
su etología (o sea, del comportamiento y de las reglas) como en el de
su ecología (el ambiente organizado en el que se desarrollan).

Si pensamos en la idea clásica de lectura, nuestra mente va a atmóferas de
intimidad, silencio y soledad; a experiencias de naturaleza polifórmica
inscritas, como saben bien los inmigrantes digitales, en la acción
misma de la frucción de un texto de papel. Muy distintas son, en cambio,
las prácticas hijas de la cultura digital, vehiculadas por la contectividad
difusa e invasiva donde la experiencia es multimedial y multimodal y tiende
a darse en ambientes multitudinarios y ruidosos. En cuanto a la escritura,
basta apuntar a las infinitas posibilidades de variación de un texto que
consiente la tecnología para comprender cómo la informática ha
revolucionado el proceso y la elaboración del pensamiento.

Estos son sólo algunas anotaciones que Atrapados en la red ofrece
a la curiosidad y a la reflexión del lector, en un juego de interacciones
de diversas disciplinas y de estudiosos elaborado durante un largo arco
temporal, de donde se retoman, actualizan y desarrollan temas y tesis. Y,
aunque el libro no añade novedades a cuanto ya se conoce, tiene el mérito
de dar, a quienes son menos expertos, un primer mapa para orientarse y, a
los más informados, una panorama de 360 grados capaz de estimular nuevos
recorridos de profundización y de sistematización. Un ensayo, pues, culto y
de largo respiro, en el que no faltan acentos sobre la delicada relación
entre mediasfera y democracia, y sobre los problemas de una
enseñanza escolar en curso de digitalización con lo que ello conlleva de
formas nuevas de aprender y de cambios en los métodos didácticos. Un ensayo
que suscita el interés por sus agudas reflexiones acerca de la textualidad,
en especial por cuanto se refiere a los procesos de superación de las
varibales tradicionales (pensemos, por ejemplo, en la superación de la
rigidez del espacio de producción textual); reflexiones sobre el libro,
medio por antonomasia de conservación y transmisión del conocimiento; sobre
la lectura, que también en la era digital resta una alimento fundamental
para el cerebro del hombre, como repetidamente es subrayado por las
neurociencias; sobre la escritura, técnica que requiere habilidades
complejas y prótesis que extiende, entre otras, las capacidades de
razonamiento y memorización.

Un análisis omnicomprensivo, a medio camino entre lo viejo y lo nuevo, que
evoca sentimientos contradictorios en quien –“moderadamente” digital-
cultiva una idea tradicional de lectura y escritura, habituado desde niño a
ver, ojear e incluso oler libros de papel, pero que al mismo tiempo aprecia
las novedades introducidas por la tecnología. Atrapados en la red,
si queremos, es a su manera también esto: un viaje por la memoria, que
sostiene con pasión las razones de la cultura tradicional, pero que se
esfuerza en reconocer los méritos de la cultura digital. Su autor –
académido de talla, refinado y desencantado polemista, autor de ensayos y
panfletos reconocidos internacionalmente – es, como él mismo admite, “un
señor nacido antes de la mitad del siglo pasado”, convencido que la
explosión de la telemática sea “por muchos motivos una de las más
extraordinarias manifestaciones de locura (a veces incluso de estupidez)
colectiva jamás habidas antes. Pero no todo mal hace daño…”

Visto en conjunto, sus críticas a la modernidad digital, más que de una
visión apocalíptica, por decirlo con términos de Umberto Eco, nacen de una
preocupación de fondo que une la cuestión de la aparente ingobernabilidad
de los dispositivos tecnológicos con la del olvido, el rechazo del pasado
en sus diferentes formas. Y, sin embargo, el grito de alarma del autor
produce en algunos casos observaciones parciales, no siempre aceptables –en
particular las que describen una humanidad 2.0 que ha llegado a un
punto de no retorno, a rituales obsesivo-compulsivos y a la sumisión a
máquinas ansiógenas y tiranas- que parecen marginar el hecho que la
realidad digital es una realidad magmática de difícil representación
cartográfica, que presenta límites e insidias, ciertamente, pero que ofrece
también recursos infinitos.

Si bien es oportuno para el estudioso mantener una actitud cauta ante los
fáciles entusiamos del fundamentalismo tecnológico, es igualmente
importante tener medida en el juicio y estar abiertos mentalmente ante lo
nuevo que avanza para evitar el peligro –siempre en acecho- de responder a
un integrismo con otro integrismo.

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