Ganar dinero y abrir un verdadero negocio rentable trabajando como manager de tus hijos, los famosos niños influencers, que
consiguen captar en su canal de Youtube a más de dos millones de
seguidores… era algo inimaginable si se lo hubiéramos planteado a algún baby boomer o a algún representante de la generación X. A decir
verdad, ni siquiera en los últimos años se habría podido pensar en algo
así, pero el fenómeno de los niños influencers está adquiriendo
cada vez más importancia.

¿Quiénes son los niños influencer?

Ya el año pasado, la Fox Business Network se interesó en este tema al
publicar un artículo online en el que se analizaban las
potencialidades de este fenómeno y se informaba de algunos nombres y los
respectivos canales de los niños más populares del mundo.

En el año 2020, ser un niño influencer significa, en la mayoría de
los casos, ser un niño con una belleza “video-fotográfica”, con movimientos
a menudo similares a los de un adulto y con un carisma y una falsa malicia
que casi podría hacer palidecer a las modelos de mayor fama mundial.

Pero los niños, después de todo, son siempre niños y no son conscientes del
hecho de que en realidad son sus padres, millennials por razones
históricas obvias, los que deciden los talentos, las poses y los
movimientos de sus hijos, permitiendo así que los focos hagan presa sobre
ellos. El peligro, claro, está a la vuelta de la esquina.


La vida de una estrella de la web, pros o contras para la educación y
el futuro

Estos niños y jóvenes, en un rango de edad que va de cero a
quince/dieciséis años, se convierten en los protagonistas de un espectáculo
personal en el que posan para las sesiones fotográficas acumulando likes dentro de un blog de vida cotidiana, gestionan canales para
la reseña de productos e, incluso, a veces son los protagonistas de
programas infantiles.

Es evidente que, detrás de cada video o foto publicada, hay una enorme
cantidad de trabajo. Aunque estos contenidos también pueden ser utilizados
para fines nobles, como son el aprendizaje y/o el desarrollo de
peculiaridades del carácter y del comportamiento, debemos tener en cuenta
cuáles pueden ser las implicaciones psicológicas y de crecimiento en esta
fase tan delicada de la vida de una persona.

A menudo, incluso ya en sus primeros meses de vida, los niños se ven
protagonistas inconscientes de “reality shows” de la vida cotidiana
mostrados al gran público a través de los filtros de una cámara de vídeo o
de un Smartphone. Inocentes y encantadores niños se muestran realizando
actividades a veces triviales, como jugar con su tambor o con los adornos navideños, o cuidadosamente
programadas por sus padres convertidos en promotores de relaciones
públicas, como si estuvieran siguiendo un verdadero guión.

Mientras que para la mayoría de nosotros, exponer a nuestros hijos a la
ridiculización de los medios de comunicación puede parecer una verdadera
locura, hay muchos padres que, a cambio de un beneficio económico, permiten
que el material de audio y vídeo de sus hijos se utilice y publique en
varias plataformas sociales.

La mayoría de los vídeos están cuidadosamente diseñados para influir en los
sentimientos de los usuarios de Internet y así captar y mantener la
atención, incrementando likes y ganando seguidores. Cada vez más
empresas son conscientes del enorme poder de esta actividad y se ponen en
contacto directamente con los familiares de esos niños con el fin de
utilizar su visibilidad para promocionar sus productos.

Supongamos que un vídeo de Vito, niño youtuber, puede alcanzar
unas 600.000 visitas al mes; imaginemos que la empresa X, productora de
ropa infantil, decide patrocinar los vídeos grabados por Vito y le propone
a él y a su familia un verdadero contrato que prevé una tarifa de 400€
brutos por vídeo publicado, a condición de que Vito utilice los productos
comercializados por la empresa. Supongamos que cada visualización sea
cotizada por la plataforma a 0,50 céntimos brutos y que el programa de
publicaciones incluya cuatro videos publicados cada mes. Haciendo cuentas,
Vito y su equipo obtendrán un rendimiento económico de unos 2.800 euros
brutos y, por consiguiente, un aumento de seguidores, iniciando así un
rentable círculo vicioso.

Aunque se trata de prácticas establecidas en el mundo laboral moderno y
probablemente precursoras del futuro, es importante recordar que «no todo
lo que brilla es oro» y que detrás de cada vídeo hay muchas horas de
trabajo, grabaciones, sesiones de fotos, errores, tomas que entran en la
rutina de un niño e inevitablemente reducen el tiempo dedicado a las
actividades lúdicas típicas de esa fase del crecimiento. Este y otros
fenómenos parecidos como los niños modelos, niños artistas, etc., llenan
las noticias, tanto que los mismos medios de comunicación, en otros
programas informativos más serios, apelan a la responsabilidad de los
adultos denunciando lo que, partiendo de un fenómeno de nicho, se ha
convertido en una verdadera costumbre social.

¿Cuáles son los principios que estamos transmitiendo? ¿Con qué criterios
crecerán los niños? ¿Qué impacto tendrá todo esto en sus relaciones
sociales? ¿Qué significará para su futuro el hecho de ser una estrella de
Internet? La experiencia enseña que no es raro ver pequeñas estrellas de
televisión o del cine que en el curso de su vida han desarrollado traumas o
problemas psicológicos, incluso graves. Aquí están en juego las esferas más
importantes de la vida, como son la familia, la educación y el juego.

Sólo una cosa desde luego se puede prever. En un estudio realizado por Pwc ya en 2017, se preveía que el mercado de la publicidad digital
dirigida a los niños habría aumentado en un 25% en el 2019. En un artículo
de osservatori.it del año pasado se informaba del hecho de que el
93% de las empresas de juguetes invierten en publicidad en las redes
sociales, porque ya se sabe que el entretenimiento de las nuevas
generaciones, la Alfa (a partir de 2010 en adelante) y la Generación Z, ya
no pasa sólo por dibujos animados en la televisión clásica sino a través de
las plataformas digitales para niños. No obstante estos datos necesitan ser
actualizados tras la pandemia de la covid, la tendencia es imparable: Inside Marketing, en un artículo de febrero de 2020, informaba de
cómo se está verificando cuanto se predijo hace años: muchas empresas,
desde el mercado de los juguetes hasta el de los alimentos y grandes marcas
como Disney, están estudiando y aplicando estrategias de influencer marketing, contratando para sus anuncios publicitarios
bebés y niños influencers que tienen una cuota de potencial
audiencia de millones y millones de personas. El «plan» es muy simple:
utilizar a los hijos como meros vehículos de publicidad para sus padres,
convirtiéndolos en potenciales compradores presentes y futuros.

Ciertamente es casi imposible pensar en detener este fenómeno que aumenta
continuamente, pero una cosa sí podemos hacer: preguntarnos, como padres,
si queremos sacrificar a nuestros hijos en el altar de nuestro ego
de adultos ofreciendo en pasto su inocencia a la trituradora de carne de
medios de comunicación sin alma.

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