Es bien sabido que el sexo vende, pero antes eran esencialmente actores y
personas pertenecientes al mundo del entretenimiento los quevendían su cuerpo. Con las nuevas plataformas de streaming online, lo puede hacer todo el mundo.

Gracias a internet y a las diferentes plataformas disponibles, no se espera
al «momento de fama», sino que se crea. Twitch y Onlyfans son un impulso decisivo en esta dirección.

¿En qué se diferencian de otras plataformas similares ya disponibles?

Onlyfans y TwTwitchh: pornografía a un clic de distancia

Twitch
y Onlyfans nacieron como portales de internet para
disfrutar y compartir contenidos.

Específicamente, Twitch es un portal gratuito de
transmisión en vivo con la posibilidad de suscripciones premium, utilizado
sobre todo por los gamer (jugadores), que en 2021 cuenta ya con 30
millones de visitantes diarios y más de 9.5 millones de streamers
activos en la plataforma.

Onlyfans, en cambio,
nació en 2016 como un portal en el que las personas pagan por el contenido
(fotos y videos, live streaming) con una suscripción mensual. Una
especie de plataforma pay-per-view en pequeño y personalizada que,
a través de un mecanismo de fidelización, permite a creadores e influencers monetizar su profesión.

Pero últimamente, a ambos portales han llegado contenidos de tipo sexual o
violento, inmorales y a menudo no respetuosos del copyright, que no son
eliminados.

¿Dónde está el problema si uno vende su imagen corporal?

Legalmente ninguno, si eres plenamente consciente, libre en tu elección…
¡y mayor de edad!

El acceso a la pornografía a través de internet está al alcance de todos.
Los principales sitios que recopilan contenido pornográfico piden una
simple autodeclaración de ser adultos para acceder a una galería de
millones de videos de los tipos más diferentes.

La preocupación ante plataformas como Twitch y Onlyfans no
es que faciliten el acceso a la pornografía (un problema común a todas las
redes sociales), sino la posibilidad de que también los menores se vendan
en la red.

#Nude4Adults

Un documental de la BBC, #Nudes4Sales, detectó el aumento
de venta de contenido explícito por parte de menores de 18 años y puso de
relieve que un gran número de menores de edad que utilizan las redes sociales y las
plataformas de streaming para vender desnudos a cambio de
dinero y regalos.

Otro aspecto preocupante es que, aunque las plataformas intentan
censurar ciertos tipos de contenido, no siempre lo logran, y muy a
menudo actúan sólo después de recibir quejas; en cualquier caso, no se
consigue evitar que algunos usuarios lancen de nuevo un canal/cuenta
con credenciales diferentes.

El control humano no lograría monitorizar los millones de contenidos
producidos y publicados todos los días en estas plataformas, y las
violaciones de derechos de autor de estos canales son manejadas por
algoritmos de inteligencia artificial que, por muy sofisticados que
sean, pueden ser fácilmente burlados.

En pocas palabras: los usuarios menores de edad logran crear sus
cuentas eludiendo los controles de seguridad impuestos por las
plataformas, y éstas tienen dificultades para interceptar a los
usuarios que burlan estas reglas, a pesar de las numerosas
integraciones y mejoras.

Sexo, redes sociales y dinero fácil

La relación entre los jóvenes y la sexualidad, que con la llegada de
internet ya se vio fuertemente trastocada, si nos fijamos en los datos
del último año, es alarmante.

Según el Informe Digital Global 2020, durante el periodo de
confinamiento por la pandemia del Covid-19, la gente ha intensificado
de forma vertiginosa no solo su relación con los dispositivos
digitales, sino también con la pornografía. Se produjo un aumento en
las descargas de aplicaciones de cita y el sexting es cada vez
más frecuente.

Estos fenómenos se intensificaron por el distanciamiento social, y
forman parte de los nuevos modos de entablar relaciones y vivir la
sexualidad, especialmente entre los más jóvenes.

Detrás de la pantalla disminuyen las inhibiciones, hay una especie de
filtro. Pensemos por un momento en el sexting: existe la
posibilidad de probar y volver a intentarlo, de elegir con cuidado,
modificar y solo finalmente enviar la mejor toma fotográfica.


¿Qué impulsa a un menor a vender su imagen en línea?


Es como preguntar:

¿Por qué toman drogas? O simplemente, ¿por qué empiezan a fumar?


Son comportamientos nocivos, pero sus consecuencias no se perciben
hasta pasados los años.

La adolescencia es una de las fases más críticas, la “tierra media”
antes de la edad adulta, llena de incertidumbre y en constante búsqueda
de aprobación. Los Me gusta, seguidores, comparte… alimentan
esta rueda hecha de pocas palabras pero de muchos “follows”, de pocos
recuerdos pero muchas «fotos instagrameables», de mucho sexo
pero poco amor. De ahí a decidir vender tu imagen o tu cuerpo hay un
trayecto corto, sobre todo si resulta tan fácil hacerlo. Piensan: «¿qué más da?», sin importarles los riesgos que puede
tener el intercambio incontrolado de imágenes/videos personales, la
posibilidad de revenge porn (pornografía por venganza) hasta
la pornografía infantil. Lo único que ven es dinero fácil.

Tal vez todos deberíamos comenzar a prestar más atención no al nivel de
la batería de nuestros teléfonos inteligentes, sino a las personas que
nos rodean y amamos. ¿Cómo podemos proteger a los adolescentes del
riesgo de la pornografía infantil, si antes no los educamos y les
enseñamos a mirarse a los ojos?

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