El 47º Informe Censis ofrece la fotografía de una Italia cada vez más unida
a la Red y a los nuevos medios. Todos más conectados y con mayor movilidad,
también a costa de sacrificar los propios datos personales.

Italia es un país cada vez más tecno-dependiente. Diariamente, dos italianos de cada tres se navegan en Internet con gran
familiaridad (el 63,5% de la población), aunque son los
jóvenes quienes demuestran una predisposición más acentuada hacia la web
con un casi unánime 90’4% en la franja de edad entre los 14 -29 años, a los
que se contrapone el 21,1% de los mayores de 65.

Pero eso no es todo. Además, el crecimiento de los smartphone conectados a
la red alcanza cifras de dos dígitos (+12,2% en un solo año, respecto al
2012), con un porcentaje del 39,9%de penetración global
sobre la población, lo cual supone un 66,1% de los jóvenes.

Esta es la fotografía que emerge del 47ª Informe Censis,
en la parte específica dedicada al uso de los medios de comunicación en
Italia y a la relación con las nuevas tecnologías. Se trata de una
instantánea útil para entender en qué dirección se mueve Italia y qué nivel
de incidencia están adquiriendo los medios de comunicación en nuestras
vidas.

Hay un dato muy significativo y llamativo del Informe, aunque no del todo
inesperado, sobre el uso de las redes sociales: de cada dos italianos, uno de ellos ha abierto una cuenta
al menos en una red social, lo que significa un 49% de la población global. Es un dato importante que
impone una seria reflexión sobre la evolución y los cambios de las
dinámicas sociales y sobre las posibles consecuencias futuras que podrían
darse en las relaciones sociales y familiares.

Este fuerte empuje hacia un uso cada vez más intensivo y obsesivo de las
tecnologías digitales, se corresponde con una fuerte disminución de los
medios tradicionales, que suena casi como un de profundis en el
caso del papel impreso. De hecho, la crisis ya imparable de la prensa, se
manifiesta en una caída de la venta de ejemplares de periódicos del 34% en
los últimos 12 años. Durante este periodo se ha registrado también una
pequeña pero significativa parábola descendente de la audiencia televisiva
de las principales emisoras generalistas, tanto por los contenidos de
entretenimiento como por los de información. También aquí, los medios
tradicionales están perdiendo el paso. Basta pensar que hasta un71% de los jóvenes entre 14 y 29 años usa Facebook y el 65% Google como canales de información. Solo los mayores
de 65 años con un significativo 52,3%, como era
predecible, confirman la existencia de una brecha generacional porque
siguen empleando los periódicos como fuente principal de información. Hay
un último dato significativo en este escenario donde las tecnologías
emergentes conquistan cada vez más espacio: la televisión tradicional
continúa ejerciendo su fascinación y es le médium principal de un 95% de la población, seguida de los móviles (básicos y
smartphone) que ocupan el segundo lugar para el 86,3% de
la población.

Web, teléfonos ultra evolucionados y complejos, ordenadores y
tabletas, han entrado con fuerza en nuestra vida cotidiana, revolucionando
costumbres y comportamientos no solo en las relaciones sociales y en el uso
de los medios de comunicación, si no también en el ámbito laboral, en el
estudio y en el tiempo libre. Nuestra vida es, por tanto, cada vez más digital life o, si queremos, cada vez más drásticamente
dependiente de las nuevas tecnologías digitales. Supone una mayor comodidad
y simplificación de la vida cotidiana en muchos casos, es cierto, pero… ¿A
qué precio? Esa entrada tan prepotente de Internet en nuestras jornadas
pone de manifiesto una nueva pero significativa pregunta sobre la
protección de datos. ¿Cuánto son seguras y cuánto están realmente
protegidas las páginas webs donde navegamos, hacemos compras on-line,
socializamos o compartimos emociones y experiencias? El problema más
sobresaliente es el de los pagos: a través de la moneda de los
propios datos personales podemos utilizar los servicios gratuitos
en Internet. Una gratuidad, por tanto, sólo aparente porque obtenemos un
servicio a cambio de la venta de un bien tan importante como son nuestros
datos personales. ¿Qué valor se da a la propia privacidad en la era de la digital life y hasta que puntos estamos dispuestos a cambiarla por
servicios que nos permiten simplificar la vida? Sobre este tema el informe
2013 del Censis presenta datos contradictorios, generados quizá por la
falta de una plena y madura conciencia del problema. De hecho, el 93% de los entrevistadosteme que la propia privacidad
puede ser violada on-line; incluso el 32,1% afirma haber
sufrido, de hecho, efectos negativos relacionadas con la privacidad, dato
preocupante porque supone casi un navegante de cada tres.
Por otro lado, nos encontramos con que el 36,7% no adopta
aún ningún tipo de dispositivo para evitar posibles violaciones durante la
navegación (contraseñas, limitación de los cookies…).

Si se tiene en cuenta esta elevada percepción del riesgo, parece
contradictorio que solamente una minoría de usuarios adopte un gestión
activa y consciente de la propia privacidad. De hecho, según el Informe
Censis, sólo el 40,8% de los usuarios se preocupa por
tener al menos una modalidad de seguridad durante la navegación. La defensa
de la privacidad será una cuestión central de importantes debates futuros.
Será necesario intervenir pronto, sobre todo en ámbito legislativo, no solo
en Italia sino a nivel europeo y mundial. Es necesario ofrecer a los
usuarios la seguridad y las garantías necesarias, actualmente inexistentes,
que colmen algunas lagunas generadas frecuentemente por oscuras
oportunidades y conveniencias comerciales.

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