La declaración sobre el matrimonio difundida en marzo pasado por la
coalición ecuménica Evangelicals and Catholics Together ( ECT), no ha recibido en los Estados Unidos la cobertura mediática
que merecía, sobre todo si se compara con la comprensible “inflación
informativa” de la decisión de la Corte Suprema de reconocer el matrimonio
homosexual como derecho individual del pasado 25 de junio.

No obstante, su contenido y el eco que ha generado en la prensa sin duda
merecen ser comentados. En apenas 5.000 palabras el documento titulado «Los
dos se convierten en una sola carne: la reivindicación del matrimonio» (« The Two Became On Flesh: Reclaming Marriage»), publicado el marzo
pasado por



First Things



, defiende el matrimonio basado en la naturaleza humana y la enseñanza
cristiana. Además, plantea una reflexión acerca de la sociedad actual en la
que, de acuerdo con las estadísticas, el matrimonio está atravesando una
crisis profunda y parece hallarse sensiblemente en riesgo.

El contenido de la declaración: una defensa del matrimonio

La ECT, una coalición ecuménica fundada en 1994, dió curso a un
conjunto de discusiones públicas sobre la cuestión del matrimonio después
de que, en junio de 2013, la Corte Suprema consintió que el gobierno
federal reconociera el matrimonio entre personas del mismo sexo. Dicho
comunicado recoge los resultados de esos debates.

El documento se abre con una defensa del matrimonio que, según la ECT, se
basa tanto en la razón como en la Revelación. Si bien católicos y
evangélicos estaban divididos sobre el divorcio y la contracepción, en este
documento afirman unánimemente que «el matrimonio es una unión estable
basada en la complementariedad entre el hombre e la mujer
». Es ésta una concepción que se desprende de la lectura de la «Biblia y de
las verdades que están inscritas en el corazón humano». Hay evidencia de
ello tanto en los pasajes del Viejo Testamento como en los del Nuevo, donde
el matrimonio es descrito como una nueva realidad en la que los dos se
convierten «en un solo cuerpo»: «el encuentro sexual entre el hombre y la mujer es ennoblecido gracias a un proyecto de
vida común que fomenta el bien en seno a la pareja, la familia y la
comunidad entera». La ECT subraya en particular la dimensión moral y
espiritual de la unión sexual, mientras hoy en día, en cambio, ésta se
considera y es vivida, por lo general, como un mero acto físico y
biológico. Entendida de esta forma reducida, la sexualidad no respeta en
ningún modo el potencial intrínseco de la nueva vida, los niños, ni su
participación en el proyecto divino. Por otro lado, la Biblia evoca el
vínculo matrimonial también para representar el amor de Jesús para con su
Iglesia y de Dios hacia el universo que ha creado. Por último, citando
algunas enseñanzas cristianas (de San Agustín y Martín Lutero, entre
otras), la declaración de la ECT subraya cómo el matrimonio y la familia no
sólo representan un a priori para el Estado, sino que constituyen
los fundamentos reales de una «sociedad justa y estable». Por lo
tanto, una floreciente cultura del matrimonio está estrechamente
relacionada con el bien de la sociedad. Y ésta no es una «aserción»
simplemente hipotética, sino un dato de hecho, cosa que el comunicado
prueba más adelante con profusión de estadísticas.

Algunas estadísticas recientes demuestran que el matrimonio y la familia
están atravesando una crisis muy profunda. La declaración de la ECT se
detiene sobre las graves consecuencias que esta crisis ejerce en la
sociedad y las que tendrán lugar en caso de que la situación vigente
perdure. Algunos datos: hace 50 años más del 70% de los jóvenes adultos
estaban casados y el 90% de los hijos vivía con los padres naturales. Hoy
en día, apenas se casa el 50% de los adultos y menos de dos tercios de los
hijos viven con sus padres naturales; por no hablar del descenso vertical
de la tasa de nacimientos y del paralelo aumento del número de abortos.
Nadie puede considerarse exento de los efectos de estas tendencias: «en
mayor o menor medida, todos padecemos a causa de la crisis actual del
matrimonio». El efecto más alarmante es el aumento de la división de
clases, respaldada por las estadísticas sobre divorcios, ilegitimidad y
aumento de la criminalidad. Y frente a un panorama tan triste, en vez de
afrontar esta dura realidad, parce como si nos obstinásemos en empeorar la
situación empeore aún más. Me refiero, desde luego, a los matrimonios entre
personas del mismo sexo: «Hoy en día tenemos un impulso a abrazar una
concepción un tanto abstracta de la naturaleza humana que ignora la
realidad de nuestros cuerpos […] Nuestra cultura nos demanda cada vez más
que elevemos nuestros deseos y elecciones personales por encima del orden
que ha sido creado por Dios». Y tras haber sido elevados, dichos deseos son
delegados al Estado para que les otorgue un «estatus legal». Esto nos ha
llevado a una situación en la que «la familia –la institución sobre la que
se fundamenta nuestro orden social– se reduce a ser definida como un
constructo social, basado más en la soberanía de nuestro deseo que en la
naturaleza en sí». En este nuevo estado líquido, los niños corren el riesgo
de convertirse en un mero un asunto legal, en una propriedad del Estado.
Dejando de lado las estadísticas, la atención de los medios de comunicación
se concentró en el siguiente pasaje: «Una asunción simplista del divorcio
perjudica al matrimonio, la creciente difusión de la convivencia lo
desvalora. Pero el así llamado matrimonio entre personas del mismo sexo
representa una amenaza aún más grave, puesto que desde un punto de
vista legal a lo que hoy le estamos atribuyendo el nombre de “matrimonio”
no es nada más que una parodia del matrimonio propiamente dicho». En
efecto, mientras el divorcio y la convivencia todavía reconocen una
realidad básica –los rasgos físicos y biológicos que diferencian el hombre
y la mujer– el matrimonio entre personas del mismo sexo las oscurece del
todo. Asimismo, mientras los primeros reconocen la disolución y el rechazo
del sacramento, éste último está tratando de reemplazarlo, redefinirlo y
reivindicarlo, incluso demandando su reconocimiento legal. Si consideramos
el matrimonio «como una alianza entre un hombre y una mujer […] plenamente consumado dentro de un encuentro sexual
abierto a la procreación», es evidente que el «matrimonio» homosexual
representa una amenaza aún más seria.

La cobertura mediática: «Una amenaza aún más seria»

El documento conjunto de católicos y evangélicos ha recibido atención de
los medios de comunicación comerciales y de ideario católico, aunque, como
era previsible, la cobertura ha sido muy distinta. Sin la pretensión de ser
exhaustiva, y siempre teniendo en cuenta las debidas excepciones, resumo
las tendencias generales de los medios.

En primer lugar, muchos artículos se centraron en la retórica de la
«amenaza aún más seria», o en el apelo de los cristianos al rechazo de esta
«parodia» del sacramento matrimonial. Por ejemplo, éstos son algunos de los
títulos: “Los vértices de católicos y evangélicos: el matrimonio gay peor
que el divorcio y la convivencia” (Religion News Service, Huffington Post y Crux); “Los líderes católicos y
evangélicos declaran que el matrimonio gay es peor que el divorcio y la
convivencia” (Washington Post). Mientras que, por lo que concierne
al núcleo de la noticia, los artículos han reproducido fielmente lo
esencial de los contenidos de la declaración, las estadísticas de apoyo
sobre la fuerte crisis social que las costumbres morales están generando
han sido totalmente ignoradas. Dos artículos que se han decantado más
abiertamente a favor del matrimonio han aparecido en el National Catholic Register y en el Newman Society.

Además, la cobertura mediática ha diferenciado entre «el perfil alto » /
los «vértices» cristianos –esto es quienes firman la declaración– y la
mayoría de los cristianos. Acto seguido, esta polarización se ha traducido
en una noticia sobre el conflicto y la falta de acuerdo entre los
cristianos. Por ejemplo, el Religion News Service ha afirmado:
«Una alianza de perfil alto entre los cristianos conservadores y
los evangélicos protestantes está a punto de difundir un manifiesto radical
en contra del matrimonio gay […] Tiene el aire de una declaración de
guerra, pero de una guerra que muchos conservadores ven como una
causa perdida. Un número creciente de cristianos, así como el
resto de la sociedad, tiende a ser más tolerante e inclusivo hacia los gay
y las lesbianas». Por su parte, el Washington Times, tras haber
mencionado los 50 líderes cristianos que han firmado el comunicado,
escribe: «Numerosas iglesias, organizaciones y coaliciones
religiosas dan su respaldo a las uniones gay, y existe incluso un grupo
llamado Not All Like That (No a todos nos gusta) que les brinda a
los cristianos un espacio para decir que, a diferencia de otros cristianos,
ellos creen en el matrimonio gay».

Por último, hay decir que la declaración interreligiosa no ha pasado
inadvertida en la redacción del LGBTNation (un periódico pro-gay),
que desde luego la tachó de discriminatoria, y la increpó como una especie
de intento, patético y desesperado, de salvar un barco que ya está a punto
de hundirse.

En conclusión, se puede decir que, mientras la cobertura mediática ha sido
“precisa” en lo que atañe las citas del comunicado, su «adecuación» ha
dejado mucho que desear: muchas cosas se han pasado por alto y otras han
sido sacadas de contexto. Los periódicos no han destacado la unidad entre
católicos y evangélicos con respecto a esta delicada cuestión moral, sino
más bien las presuntas divisiones dentro de sus congregaciones.

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